No tuvo tiempo de vivir su última Navidad y yo no tuve tiempo de despedirme de ti, prima Mari. 

Los 1.000 km que nos separaban entre Córdoba y Barcelona nos hicieron estar muy ​unidas. Yo catalana, hija de un cordobés, aprendí a amar todo lo vinculado con esta tierra a través de los ojos, primero, de mi padre y, después, de los suyos. 

Unos ojos grandes de mirada inquieta y reflexiva que no dejaban a nadie indiferente. Tu vida tampoco deja indiferente, la vida de una luchadora, de una trabajadora entregada a sus hijos y a su familia que ahora era lo único que le importaba. 

Carismática, discreta, y humilde, cuando te tocaba disfrutar es cuando más has sufrido. Te has ido sin hacer ruido, casi sin avisar, dejando un vacío infinito en Manolo, el guerrero que ha luchado a tu lado, en tus hijos José, Rafa y Virginia y en tus hermanos Trini, Pepi y Rafa. 

¿Quién va a llenar ese vacío?

Permitidme que estas palabras sirvan para poder despedirme de ella. Hasta pronto. 

Tu prima Trini.