Hay muchas personas que nunca piensan en los dramas sociales que la pandemia ha causado en un gran número de ciudadanos, llevándolos a la pobreza. Tengamos en cuenta que pobre es aquel que no tiene lo suficiente para vivir o lo tiene con escasez. Esta circunstancia está provocada por el cierre de innumerables empresas, las ofertas de trabajo son nulas y mandan a las familias con todos sus miembros en paro a la indigencia.

Las «colas del hambre» de niños, jóvenes, mayores y ancianos que no tienen para alimentarse, vestirse, calentarse o ni siquiera un techo para vivir va en aumento exponencial. Donde antes los voluntarios atendían a decenas, hoy son miles. Los comedores sociales tienen que hacer turnos para satisfacer la demanda. Los bancos de alimentos se ven desbordados y escasean las donaciones para tanta necesidad.

En numerosas ONG colaboran muchos jubilados y pensionistas, cuyo fin fundamental es el bien social, por lo general a cargo de ciudadanos voluntariosos infatigables. Con su trabajo luchan a favor de los más vulnerables, para que el acceso a la alimentación y necesidades vitales estén al alcance de todos, asegurando su supervivencia, atendiéndolos en la misma calle con ropa y alimentos o en locales adecuados para ello.

Demandemos una colaboración efectiva urgente no solo a los estamentos gubernamentales que son básicos y esenciales, sino a la sociedad pudiente en general, para que ellos que tienen posibilidades, aporten lo suficiente y sean un pilar más para paliar esa carencia de medios que la pandemia ha traído sobre tantos conciudadanos y ahora los necesitan para salir, no solo de los contagios del Covid sino también de la miseria que está causando.