Línea directa entre Washington y Moscú

Nacido para evitar una indeseada guerra nuclear: el 'teléfono rojo' cumple 60 años

Un canal de comunicación que fue inicialmente un télex, más tarde una señal por satélite, un fax a partir de 1986 y un prosaico correo electrónico desde 2008

Cartel de ’Teléfono rojo. Volamos hacia moscú’.

Cartel de ’Teléfono rojo. Volamos hacia moscú’.

Ricardo Mir de Francia

El ‘teléfono rojo’ no era un teléfono ni era rojo, pero ha logrado acercarse a la edad de jubilación sin traicionar el propósito para el que nació: evitar que un malentendido acabara desencadenando una guerra nuclear entre superpotencias. Como sucede cada 30 de agosto, los funcionarios a cargo de mantener operativo el llamado canal de comunicación directo entre Washington y Moscú intercambiarán este miércoles felicitaciones y otros parabienes para celebrar el aniversario de su puesta en marcha hace 60 años. Un canal de comunicación que fue inicialmente un télex, más tarde una señal por satélite, un fax a partir de 1986 y un prosaico correo electrónico desde 2008. Tecnologías que han cambiado con el tiempo sin que desapareciera la tan temida amenaza nuclear, reavivada a raíz de la guerra en Ucrania. 

El cine y la literatura tienen la culpa de que esa línea directa entre las dos capitales que libraron la Guerra Fría adquiriera la forma de un ‘teléfono rojo’ en el imaginario colectivo. Particularmente la película ‘Dr. Strangelove’ de Stanley Kubrick, la comedia negra estrenada en 1964 que parodió el espantajo de la guerra nuclear y que en España adoptó el título de ‘Teléfono rojo: Volamos hacia Moscú’. El film se inspiró en ‘Red Alert’, un thriller publicado por Peter George en 1958 que llevó al editor de la revista ‘Parade’ a reclamar poco después un canal de comunicación inmediato y sin intermediarios entre el liderazgo de ambas potencias. “¿Podemos perder el mundo por una llamada telefónica?”, escribió entonces.

La idea adquirió tracción en el debate público, pero nada se movió hasta la Crisis de los Misiles de 1962 en Cuba, cuando más cerca estuvieron soviéticos y estadounidenses de la colisión nuclear. En parte, por la exasperante lentitud a la que viajaban los mensajes codificados entre ambas capitales, lo que dio pie a toda clase de especulaciones sobre las intenciones del rival. “Los mensajes entre Kennedy y Jrushchov tardaban hasta seis horas en entregarse a través de los canales diplomáticos ordinarios, de modo que ambos Gobiernos recurrieron a los pronunciamientos públicos como la forma más rápida de comunicarse”, explicó ‘The New York Times’ en un artículo publicado en 1988. En otras ocasiones, los mensajes soviéticos se transmitían desde la embajada a periodistas estadounidenses como el corresponsal del canal ABC, John Scali, para que los hiciera llegar sin demora a la Casa Blanca

Memorando de entendimiento y cables trasatlánticos

Conscientes de que la mala comunicación ayudó a fomentar la escalada durante la crisis cubana, ambas potencias acabaron firmando en 1963 en Ginebra el memorando que sirvió para establecer una “línea de comunicación directa” entre ambas capitales. Aquellos primeros mensajes electrónicos, escritos en un télex, viajaban por la llamada Línea Trasatlántica Número 1, el primer sistema de cable submarino trasatlántico, que conectaba Washington con Londres y, desde allí, seguía la ruta Copenhague-Estocolmo-Helsinki-Moscú, según el blog Electrospaces. En paralelo, el mismo mensaje encriptado, cuyas claves compartían las embajadas, se enviaba por circuito de radio. 

En EEUU el 'teléfono rojo' nunca ha estado ni en el Despacho Oval ni en la Sala de Situación de la Casa Blanca, sino en el Pentágono, mientras que en la URSS se emplazó inicialmente en la sede del Partido Comunista, según les contó en su día Jrushchov a un grupo de periodistas estadounidenses. El primer mensaje del Tío Sam no fue más que una prueba para maximizar el uso de caracteres: “El rápido zorro marrón saltó sobre la espalda del perro perezoso 123456789”, recordó la revista ‘Smithsonian’ en 2013. Y para asegurarse de que el sistema funcionaba, durante muchos años, y cada una, las partes se mandaron pasajes literarios. “Los estadounidenses a veces envían cosas de Shakespeare, los rusos de Chéjov”, decía el mencionado artículo del ‘Times’.  

Tiempos de crisis

Si bien no consta que la línea directa de comunicación sirviera para abortar una guerra nuclear, habría desempeñado un rol importante en algunas de las grandes crisis de las últimas seis décadas. Detalles que, en gran medida, se conocen por las memorias de personalidades que tuvieron acceso al ‘teléfono rojo’. Poco después de que Israel disparara las primeras salvas en la Guerra de los Seis Días (1967) contra una coalición de países árabes, el 'premier' soviético Alekséi Kosyguin envió un mensaje a Washington afirmando que su país no intervendría directamente en el conflicto si EEUU hacía lo propio, según escribió el presidente Lyndon Johnson en sus memorias. La Casa Blanca aceptó el guante. 

La ‘línea caliente’, como la llaman los estadounidenses, bulló también durante la guerra indo-pakistaní de 1971, la guerra del Yom Kippur de 1973, la invasión turca de Chipre en 1974 o la soviética de Afganistán en 1979, según ‘The New York Times’. Y sigue funcionando hoy, aunque sea por medio de correo electrónico. Lo confirmó el pasado 25 de septiembre, en plena guerra de Ucrania, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan. “La respuesta a su pregunta es sí”, dijo tras ser preguntado si el ‘teléfono rojo’ seguía operativo. “Tenemos la capacidad de hablar directamente a un alto nivel (con los rusos), y decirles tanto cuál es nuestro mensaje como escuchar el suyo. Se ha utilizado con frecuencia en los últimos meses”, añadió Sullivan.