La decisión de Joe Biden de retirar las tropas estadounidenses de Afganistán pudo poner fin formalmente a una guerra pero está lejos de haber conseguido la paz, no en el país centroasiático y desde luego tampoco en Estados Unidos. El intenso debate político, el escrutinio y las críticas sobre esa decisión, por la caótica ejecución de la retirada y las potenciales consecuencias se han reactivado este martes, cuando en una vista en el Senado con el secretario de Defensa, Lloyd Austin y dos líderes militares estos últimos han contradicho al presidente asegurando por primera vez públicamente y contra lo que afirmó el demócrata que recomendaron que mantuviera presencia militar en el país.

Tanto el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor, como el general Kenneth McEnzie, al frente del mando central, no han querido detallar sus conversaciones personales con Biden pero sí han testificado que su “visión personal” y sus recomendaciones antes de que la salida fuera inminente fueron que 2.500 soldados siguieran en Afganistán. El 19 de agosto, en una entrevista en la que se le preguntó directamente si algún líder militar le había hecho esa recomendación y con esa cifra exacta, el presidente replicó: “nadie que yo pueda recordar me dijo eso”.

Aunque el general Milley ha subrayado también que “quienes toman las decisiones no están obligados de ningún modo a seguir el consejo” los republicanos han usado su testimonio y el de McEnzie inmediatamente para atacar a Biden y acusarle de “mentir” y el frente de batalla reabierto ha llegado también a la Casa Blanca, donde las declaraciones de los militares y los interrogantes sobre lo que dijo el presidente han centrado la rueda de prensa de la portavoz.

Jen Psaki ha matizado que en aquella entrevista el mandatario dijo también que había opiniones “divididas” entre su amplio abanico de asesores. Ha señalado, asimismo, a otras declaraciones realizadas hoy en el Senado por los testigos, que han apuntado a que mantener la presencia militar tras la fecha fijada para la retirada “no era sostenible a largo plazo” y habría representado “ir a la guerra otra vez con los talibanes” (aunque los generales también han considerado un error tanto de la Administración de Donald Trump primero como la de Biden después haber establecido fechas en lugar de condiciones para la retirada). En último extremo Psaki ha defendido que Biden tomó la decisión como “comandante en jefe”.

Posibles ataques terroristas

La vista de este martes era el primer gran examen oficial público de una retirada controvertida y sobre la que el debate no acabará pronto, especialmente por el miedo a que le sigan nuevos ataques terroristas. El general Milley ha alertado en el Senado de que “es una posibilidad muy real que se reconstituyan Al Qaeda o el Estado con aspiraciones de atacar EEUU” y ha llegado a poner un calendario de entre 12 y 36 meses. También el general McEnzie ha mostrado sus reservas sobre la posibilidad de que EEUU logre evitar, como ha prometido Biden, que los grupos terroristas vuelvan a convertir Afganistán en lanzadera de ataques terroristas.

Autocrítica

La sesión en el Congreso ha servido también para que los líderes militares hagan algo autocrítica bajo las preguntas de los senadores. Aunque Austin ha razonado decisiones tomadas como no haber mantenido el control de la base de Bagram o haber cumplido tajantemente el calendario de acabar la evacuación antes del 1 de septiembre, ha reconocido que la retirada “por supuesto no fue perfecta” y que el Pentágono “sigue trabajando” para sacar de Afganistán a estadounidenses y aliados afganos”.

Los líderes del Pentágono también han admitido el error de no haber sido capaces de predecir la velocidad a la que colapsarían el gobierno y las fuerzas armadas afganas. “Podemos contar todos los aviones y camiones y coches y ametralladoras pero no puedes medir el corazón humano con una máquina”, ha dicho Milley.

Ha sido igualmente intensa la discusión sobre el impacto que la retirada puede tener en la credibilidad de EEUU. El secretario de Defensa ha mostrado su opinión de que esa credibilidad “sigue siendo sólida” aunque ha admitido que “habrá gente que a partir de ahora cuestione las cosas”. El general Milley, mientras, ha opinado que se puede usar el término “dañada”.