Cientos de camiones de carga y tanques de combustible permanecen bloqueados en varios tramos de la carretera que atraviesa el legendario paso de Khiber, la principal ruta de los suministros destinados a las tropas extranjeras en Afganistán. El Gobierno de Islamabad ha decidido cerrar de forma indefinida sus cruces fronterizos en represalia por el ataque de la OTAN que acabó con la vida de 24 soldados paquistaníes el pasado fin de semana.

Sin embargo, esta medida afecta directamente a los camioneros y empresas de transporte, más que a las tropas extranjeras, que tienen aprovisionamiento para varios meses.

A la situación de caos en la frontera se suma la inseguridad de los transportistas, vulnerables a los ataques de los insurgentes. El año pasado unos 150 camiones fueron atacados por milicianos después de que las autoridades paquistaníes cerraran el cruce fronterizo durante 10 días tras un incidente similar en el que murieron tres soldados paquistaníes en un bombardeo de la OTAN.

"Estamos muy preocupados. No sabemos hasta cuándo durará esta situación. No podemos poner en riesgo nuestras vidas", se queja Zarsha, que aguarda con su camión en una de las terminales de transporte de Pishtakhara, a las afueras de Peshawar.

Este tramo de 35 kilómetros se ha convertido en el más peligroso para los camiones de mercancías que se dirigen hacia Kabul, pues después de abandonar Pishtakhara, el último municipio seguro de la provincia de Khiber-Pashtunja, uno se adentra en las áreas tribales, donde ni el Ejército ni el Gobierno tienen el control.

Zarsha, que lleva media vida al volante de un camión, gana un sueldo de unos 90 euros al mes, y 20 extras por cada viaje de ida y vuelta a Kabul. "Estoy harto de este trabajo; es muy duro, pero es el único ingreso para mi familia", lamenta. Como la mayoría de los transportistas, Zarsha es un refugiado afgano de la etnia pastún. Solo se permite a los tráilers con matrícula afgana cruzar por el paso Khiber.

Por vía marítima

Los contenedores con provisiones para las fuerzas internacionales en suelo afgano llegan por vía marítima a Karachi. Desde allí son transportados por carretera en tráilers que recorren unos 1.700 kilómetros hasta las terminales de transporte, en Peshawar, donde son de nuevo cargados a otros camiones que cruzan a Afganistán.

Los conductores pastunes corren el peligro de que los insurgentes incendien los camiones por la noche si paran a descansar. Además, desde hace dos años las terminales de Pishtakhara se han convertido en el blanco de ataques talibanes como respuesta a las operaciones del Ejército en las áreas tribales del noroeste de Pakistán.

"Hace un mes perdí tres de mis camiones en un ataque talibán", se queja a esta redactora Abdul Gami, dueño de una flota de vehículos. "Hay mucha corrupción en este negocio, y el 80% de las terminales son ilegales y no cuentan con medidas de seguridad", critica Amal Said, gerente de Pyramit Logistics Peace Land.

Según Said, una tercera parte de los contenedores son atacados por insurgentes antes de llegar a su destino, por lo que se pierden cantidades importantes de material militar, combustible y alimentos. A ello se añade el problema del comercio ilegal de los suministros para la coalición internacional. Un negocio que genera millones de dólares anuales y del que se benefician tanto transportistas como aduaneros y comerciantes.