Como desde que empezó la revolución en Egipto, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se tomó ayer su tiempo para reaccionar, quizá pillado por sorpresa, quizá en un loable gesto de reflexión.

La rendición de Hosni Mubarak cambia la historia y plantea nuevos y complejos retos estratégicos para Washington en una región donde la actual Administración estadounidense había mantenido el statu quo. Pero cuando finalmente Obama se dirigió a su nación, a los egipcios y al mundo, lo hizo con solo seis minutos de declaraciones donde no quiso empezar las discusiones sobre esos retos sino celebrar el momento histórico, que comparó a la caída del Muro de Berlín o a los logros alcanzados por Ghandi.

"El pueblo egipcio ha hablado y Egipto nunca será igual", dijo el mandatario estadounidense, que alabó el imponente logro político de la sociedad egipcia a través de una revuelta no violenta y destacó la "inspiración" de esta revolución ciudadana en buena parte impulsada por "una nueva generación que usa su propia creatividad, talento y tecnología".

Obama supo de la salida de Mubarak durante la reunión diaria con su equipo en el despacho oval, pasó unos minutos viendo las imágenes de celebración en directo desde la plaza Tahrir de El Cairo y luego mantuvo una reunión con sus asesores para abordar la respuesta a unos acontecimientos que definirán su agenda internacional en lo que le queda de mandato.

EFECTO DOMINO El escenario que se abre está lleno de interrogantes. Uno de los más importantes para EEUU es la incertidumbre ante el potencial efecto dominó en la región y las consecuencias de esos cambios en los intereses estadounidenses y en la relación siempre tensa pero estabilizada que mantenían países como Egipto con Israel.

Pero antes de anticiparse al futuro, Obama sabe que debe lidiar con el nuevo presente y ayer reconoció que lo ocurrido en Egipto "no es el fin de la transición, sino el principio", una transición en la que augura "momentos difíciles".

Quizá por eso, y por la imperiosa necesidad de mantener una relación fluida con el Ejército, que ahora será su interlocutor, Obama alabó ayer la actuación de los militares durante las revueltas populares, recordando que "no dispararon balas contra el pueblo al que tienen obligación de proteger" y calificándoles de "patriotas".

De Mubarak, que ha sido su aliado como lo fue de sus predecesores en la Casa Blanca en las últimas tres décadas, Obama solo pronunció una frase: "Ha respondido al apetito de cambio".

Obama renovó ayer su compromiso con mantener las ayudas a Egipto y prometió prestar "toda la asistencia necesaria". "Estados Unidos --aseguró el mandatario-- seguirá siendo un amigo y aliado de Egipto".

Las reacciones desde Europa también fueron inmediatas. La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, saludó con satisfacción la dimisión del presidente egipcio Hosni Mubarak --"que ha escuchado la voz del pueblo", manifestó Ashton-- y apeló a la constitución de un Gobierno "muy representativo" en el país. "Es importante que el diálogo sea rápido y conduzca a un Gobierno representativo", añadió la dirigente europea.

"CAMBIO HISTORICO" Para la cancillera alemana, Angela Merkel, la salida del presidente Mubarak constituye un "cambio histórico". Merkel, que solicitó al futuro nuevo Gobierno garantizar la seguridad de Israel, insistió en que "las reivindicaciones de los ciudadanos en el curso de los últimos días deben ser traducidas en hechos".

Por su parte, el primer ministro británico, David Cameron, celebró la salida de Mubarak del poder y aseguró que ahora "es necesario ir hacia un Gobierno civil y democrático", mientras el presidente francés, Nicolas Sarkozy, pidió pasos hacia unas elecciones libres. Italia solicitó que mantenga sus compromisos internacionales dado su papel "crucial" en la estabilidad en la región. El primer ministro turco, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, solicitó a las Fuerzas Armadas egipcias que transfieran el poder "en el menor tiempo posible" a un Gobierno democrático.