Lovely Etienne sobrevivió al terremoto "por la gracia de Dios". Ahora hará falta algo más que intervención divina para que esta bella y desarrollada adolescente de 13 años salga indemne de la vida callejera en Haití tras el seísmo que rompió la tierra el pasado 12 de enero. Su padre no falleció en el temblor, pero no vive con la familia. Su madre se queda en casa, "sin hacer nada". Y ella deambula por las calles con su hermana Gina, de 10 años, y sus primos Edlon, de 12; Osnel, de 11; y la pequeña Onselande, que se esfuerza por hablar en francés para decir "ocho" entre risas.

Los niños son, siempre, los más vulnerables y hoy, en Puerto Príncipe, corren el riesgo de serlo aún más. Aunque no hay cifras oficiales de los que han quedado huérfanos o se han separado de sus familias, incrementarán un problema de niños sin hogar que ya era vigente. "Antes manejábamos la cifra de 15.000 niños de la calle en orfanatos --explica Julie Bergeron, portavoz de Unicef-- pero posiblemente era una cifra demasiado baja para la realidad".

PEQUEÑOS TRABAJADORES En Haití, además, había antes del terremoto más de 200.000 de los conocidos como "niños trabajadores", menores que viven no con sus padres sino con familiares para trabajar y que son abandonados o descuidados por esos familiares, que dan prioridad a sus propios hijos.

Tanto la agencia de la ONU para la protección de la infancia, las organizaciones no gubernamentales y comunitarias que se dedican a la protección de los menores y el Gobierno haitiano tienen problemas para saber con certeza lo que les está pasando a los más desvalidos en las calles. Por ahora, han centrado sus esfuerzos tanto en organizar la distribución de ayuda a los orfanatos como en localizar a los niños que hayan quedado solos.

La distribución de ayuda es una tarea urgente, pero también complicada. En primer lugar, porque aunque el Gobierno reconoce legalmente 67 orfanatos, la cifra de locales que acogen niños es "infinita", según cuenta Jeanne B. Pierre, directora general del Instituto de Bienestar Social e Investigación.

Pierre accede a hablar con el compromiso de que no haya preguntas sobre la situación del Gobierno haitiano, tan criticado. Reconoce que "la situación es grave". Pero está embarcada en un proceso en colaboración con Unicef y otras agencias para reevaluar qué orfanatos respetan los estándares mínimos para ser reconocidos y entrar en la lista de los receptores de ayuda. "En muchos faltan médicos, personal cualificado y personal...". Se detiene y busca una palabra que no tarda en llegar y asusta: "Falta personal fiable".

CAMIONES SIN MARCAR Hay otros retos también. Los orfanatos son identificados fácilmente como enclaves donde llega comida y agua y en alguno ha habido intentos de asalto. Muchos piden ya que los envíos de abastecimientos lleguen en camiones sin marcar y con escolta local. El miércoles por la noche, por ejemplo, un grupo de 20 hombres armados intentó robar en Maison de Lumiere, que alberga a 50 niños. Otro orfanato vecino con 135 menores acogidos ha sido asaltado ya varias veces y un tercero ha denunciado que entra gente para sacar agua de las reservas de los niños.

La búsqueda de los menores desamparados por las calles de Puerto Príncipe es también un trabajo arduo. La unidad especial de la policía que se encarga de ello consta solo de 20 agentes en la capital haitiana, y aunque se ha incrementado la vigilancia, no se ha podido evitar que hayan aumentado los informes de abusos sexuales y violaciones de niños y niñas. "Tememos que muchos más menores entrarán en las redes de prostitución", lamenta Bergeron, que insiste en que, pese a la colaboración de la comunidad internacional, "hay que dejar a los haitianos ser protagonistas de todo el trabajo que queda ahora por delante".