La gente, el calor y el albero son solo algunas de las dificultades que se suman al día a día de aquellos que hacen posible el funcionamiento de la Feria de Córdoba. A esas condiciones pueden unirse horarios interminables que, en algunos casos, según cuentan los propios trabajadores, no están bien pagados. «Trabajar en feria no es fácil, mucha gente no llega a cumplirlo, se te hace duro», reconoce Libra, encargado de las relaciones públicas de la caseta de La Martina. Y, junto a Antonio, encargado del personal de restauración, explica que «lo máximo que tenemos son ocho horas, que después hay que echar horas extra, se te pagan. Nosotros no podemos tener a una persona echando 18 o 20 horas, primero porque una persona no lo aguanta y segundo porque obviamente no está dentro de la legalidad».
Libra: «Trabajar en feria no es fácil, mucha gente no llega a cumplirlo, se te hace duro»
En otras casos, la realidad no parece así. Como cuenta una trabajadora de La Pasión (prefiere no revelar su nombre), «no está bien pagado y son muchas horas». Pero cree que a la gente le recompensa: «Una persona que no tenga trabajo echa bastantes horas y saca su sueldo». Y continúa diciendo que «se echan muchas horas, pero eso de que se paga mucho es relativo. Se gana, pero si vienes aquí no te merece la pena echar siete horas». Sin embargo, insiste en que «no está suficientemente pagado para lo que se trabaja aquí». Libra y Antonio coinciden en que para algunas personas esta semana supone una oportunidad. «Trabajar en feria les aporta un extra más al sueldo que normalmente tienen. Se supone que aquí la gente viene a trabajar y a esforzarse lo máximo durante nueve días para sacar lo máximo».
La ilusión de los voluntarios
En la Feria de Mayo también hay quienes trabaja de forma voluntaria, movidos por la ilusión de colaborar en la apertura de sus hermandades a la población. Es el caso de los trabajadores de la caseta El Esparraguero, de la hermandad del Cristo de Gracia. «Después de dos años sin feria, lo estamos llevando con más ilusión», confiesa José María, hermano mayor de la hermandad. A pesar, eso sí, de que «es un desastre este año, nos ha fallado la carpa». En total, José María calcula que, entre la organización previa del montaje de la caseta y las tareas de restauración -divididas en tres turnos- de esta semana, suman unos 110 empleados. Y concluye: «Esto es muchísimo trabajo pero va en nuestra sangre».