Navarra

El año 'negro' de UPN: doce meses de crisis interna con el peor final posible en Pamplona

El partido regionalista cumple 45 años. El último estará entre los peores: 2023 arrancó con la promesa de la vuelta al poder y ha terminado con la caída estrepitosa de Ibarrola en la única plaza fuerte de la formación. Entre medio, doce meses de crisis política sin apenas treguas

El portavoz parlamentario de Navarra Suma, Javier Esparza.

El portavoz parlamentario de Navarra Suma, Javier Esparza. / EFE

NTM

UPN cumple 45 años. El partido lo ha recordado en las redes sociales con una bandera de Navarra y un breve mensaje en el que presumen de tener “palabra”, de poder “mirar a los ojos” a la ciudadanía y de ser de “confianza”.

Apenas diez líneas condensan bien el 'momento emocional' que vive el partido en su cumpleaños, todavía enrabietado por la “traición” del PSN –así lo sienten– en la moción de censura de Pamplona.

Seguro que el año que acaba de terminar ya está entre los peores de los regionalistas: 2023 arrancó con la promesa de la vuelta al poder y ha terminado con el desalojo del partido de la única plaza fuerte en manos de la formación, ya completamente aislada después de que Javier Esparza, presidente, haya decidido cortar los puentes con los socialistas. Una deriva, además, que acabó con la salida más estrepitosa posible para todo el embrollo, con la ya exalcaldesa Cristina Ibarrola protagonizando un despechado comentario clasista en, literalmente, sus últimas palabras en la jornada de su desalojo: “Prefiero fregar escaleras que el apoyo de Bildu”.

De la crisis a la caída

Fue el peor broche posible a un año negro que, sin embargó, arrancó con esperanzas para los regionalistas. Hace justo un año, UPN tenía por delante un año electoral potente –con forales, municipales y generales– para intentar el último asalto al poder con Esparza a los mandos.

Con Navarra Suma amortizada, los regionalistas optaron por recuperar su sigla y alejarse de los viejos socios de la coalición –PP y Cs– para ganar margen de maniobra y autonomía política. Esparza estaba convencido de que los acuerdos de Chivite y EH Bildu iban a pasar factura al PSN y que muchos votantes socialistas se iban a pasar en tromba.

Eso no sucedió, y se vio después. Los problemas reales empezaron mucho antes: en enero, la crisis de los diputados Sayas y Adanero termina con el fichaje de ambos por el PP. Les siguen un montón de exaltos cargos y afiliados regionalistas, en una sangría constante durante todo el año.

El cuento de la lechera de Esparza, que desde mayo de 2022 hablaba de unas sondeos internos que les daban 17-18 escaños, se topa con las primeras encuestas de marzo: primera fuerza, sí, pero con los 15 escaños como techo.

Las elecciones forales dejan a Esparza con los mismos escaños que en 2015, solo que esta vez con dos competidores en su espectro: el PP, que vuelve con la amenaza de reconstruir el partido en Navarra; y Vox.

La alcaldía de Pamplona supone una de las pocas alegrías de UPN, aunque el desenlace final quizá empañe hasta los buenos recuerdos.

A partir de entonces, UPN solo conoce los sinsabores de un modelo agotado: el cuarto lugar en las primeras generales sin ir de la mano del PP, el paso a un lado de Esparza, las críticas de Miguel Sanz que dejan a las claras la marejada interna del partido y los erráticos timonazos políticos, de la apertura y la moderación a la protesta y la estrategia antisanchista de PP y Vox. Así hasta el golpe definitivo en Pamplona. Al menos 2024 abre la esperanza de un congreso que sirva para repensar el partido.