¿Qué dice hoy nuestro amigo? Lo pregunta una de las nueve agentes de policía recién ascendidas a la fama por aparecer en los ofensivos carteles colgados en la frontera hispano-marroquí de Melilla. Lo pregunta porque Said Chramti, uno de los activistas permanentemente en guardia en la tierra de nadie que separa ambos países, responde las preguntas que le formulan los medios de comunicación.

--Dice que sois malas, las más crueles y racistas de la policía.

--Lo que nos faltaba por oír. Quieren provocarnos. Nos buscan para que saltemos, pero no lo lograrán.

Lo que afirma esa agente es la sospecha generalizada entre los agentes del paso fronterizo melillense de Beni-Enzar. Están convencidos de que son víctimas de una malintencionada campaña en la que "provocadores profesionales" son enviados al puesto entre ambos países con el reto de poner a prueba la paciencia de los agentes. Puede parecer, desde la distancia de la Península, un episodio menor, pero Beni-Enzar es, desde hace semanas, un barril de pólvora colocado sobre un brasero. Tan explosivo es, al parecer, que desde hace dos semanas el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, tiene previsto reunirse con las autoridades marroquíes el 23 de agosto.

Rubalcaba no visitará Melilla. Allí solo ha hecho llegar una orden. Quiere que cualquier incidente, por insignificante que parezca, sea pormenorizadamente anotado y comunicado. Si a algún marroquí se le deniega la entrada en España, quiere saber por qué. El análisis minucioso de toda esa documentación puede, por ejemplo, corroborar la sospecha de los ganchos, el temor a que unas mismas manos dirijan los movimientos de los marroquíes que intentan cruzar la frontera con malos modos, en especial si les pide la documentación una mujer policía. "Aquí estamos aguantando", explicaba ayer una de esas agentes. "Este trabajo es muy desagradable e incómodo. Nos provocan constantemente", asegura.

Los motivos de alegría son pocos. El jueves por la noche fue una de esas excepciones. Un gaditano que entraba en Melilla desde Marruecos arrancó los ya famosos carteles colgados en la tierra de nadie. Dos de las policías le aplaudieron y jalearon. Al día siguiente, eso sí, habían sido recolocados, pero anoche, sin que se sepa por orden de quién, fueron retirados uno a uno.

La jornada de ayer, en comparación con las precedentes, fue tranquila, pero no exenta de tensión. A media mañana sonó una alarma. Dos inmigrantes subsaharianos acababan de saltar la valla en las cercanías del Barrio Chino. Fueron localizados y detenidos poco después a las afueras de Melilla. La cuestión era lo insólito. ¿Fue la pericia propia lo único que permitió a los dos subsaharianos saltar la valla? Los pocos inmigrantes sin papeles que han conseguido entrar en Melilla desde hace semanas lo han hecho a nado. La valla, gracias a la colaboración de la policía marroquí, suele ser impenetrable pero, como las relaciones hispano-marroquíes parecen haber entrado en una suerte de juego del gato y el ratón, todo parece sospechoso.

EMPLEADAS DOMESTICAS Lo peor de la crisis, sin embargo, puede haber pasado. Solo una de las organizaciones que han convocado las últimas protestas mantiene el calendario de movilizaciones anunciado para la próxima semana. El lunes, en teoría, se pretendía cerrar el paso a los camiones cargados con materiales para el sector de la construcción. El martes, el propósito era cortar el paso a las empleadas domésticas. El miércoles, de nuevo debía ser el turno de los alimentos frescos. Todo ello, sin embargo, solo es posible si la policía marroquí lo tolera porque, a diferencia de la policía española, los agentes del país norteafricano sí que campan a sus anchas por la mal llamada tierra de nadie.