Varios equipos en Segunda División utilizan el sistema de tres centrales de manera relativamente fija o, al menos, como una referencia de inicio. Incluso el Málaga de Luis Muñoz ha utilizado ese esquema y, por supuesto, el Girona. También el Lugo, en su último duelo ante el Zaragoza, tiró de ese dibujo y en Segunda División B lo hizo el Real Murcia para imponerse al Don Benito en esta última jornada. Esta misma temporada, en el Grupo IV, el Talavera saltó de inicio en el Colombino con ese dibujo y tanto el Recreativo como el Cartagena, la pasada temporada, llegaron al final de la misma con ese 1-5-3-2. Salmerón lo utilizó durante gran parte de la campaña, mientras que Gustavo Munúa cambió el 1-4-3-3 con el que había disputado gran parte del año al 1-5-3-2 cuando encadenó una racha de tres puntos sumados de 18 disputados, ya entre abril y mayo. Onubenses y cartageneros fueron campeones y subcampeones del Grupo IV, aunque no lograron ascender.

Así, no parece que el esquema en sí sea un problema para ganar encuentros o incluso para proclamarse campeón de Liga. Diferente es, lógicamente, no solo los hombres de los que se disponga sino también el funcionamiento de ese mismo dibujo. Un ejemplo claro es el segundo gol del Sevilla Atlético, el pasado sábado: uno de los centrales salta con el delantero rival para evitar la prolongación, pero ninguno de los otros dos realiza la cobertura para proteger y prevenir que el otro delantero reciba el balón o, al menos, tenga dificultades para controlar y disparar. Ese error, en concreto, no es un problema de esquema, sino individual.

Diferente debate es el concepto de los carrileros y del centro del campo. El Córdoba CF solo tiene dos marchas en este arranque liguero: o juega partidos de ida y vuelta, en los que genera ocasiones merced a balones largos a sus puntas (especialmente a Owusu) o se refugia atrás en caso de ir por delante en el marcador. Ha ocurrido poco, 78 minutos de los 540 disputados hasta ahora. También tiene otra versión: la de cambiar notablemente en la última fase de algún encuentro cuando el marcador no es favorable. Ocurrió en Yecla, donde remontó un 2-0 con la colaboración final del portero rival, y casi ocurre en Sevilla, con el remate de Ortuño en la última jugada del partido que murió en el palo de Alfonso Pastor.

La conclusión es que hasta ahora, con ese 1-5-3-2, Enrique Martín no ha logrado controlar el ritmo de partido casi nunca, que ha jugado siempre en inferioridad numérica en el centro del campo y que está a merced del acierto individual de sus atacantes para llevarse el encuentro. Aún no ha empatado o perdido transmitiendo la sensación de que el equipo controlaba el ritmo del encuentro y las llegadas al área rival. Y en ese aspecto ha de dar un paso adelante o meditar cambios.