La última vez que se enfrentaron fue en un partido de mini-tenis en la inauguración de la academía de Rafael Nadal en Manacor el pasado mes de octubre. Entonces, recuperándose los dos de sus lesiones, ninguno pensaría que seis meses después pudieran disputar la final del Abierto de Australia. De momento Roger Federer ya está ahí. Nadal aún debe ganar hoy (09.30, Eurosport, DMAX) al búlgaro Dimitrov para reencontrarse con su gran rival de la década en una final vintage como la que enfrentará a las hermanas Serena y Venus Williams .

El Abierto de Australia vive una especie de regreso al futuro con Federer y las Williams de protagonistas del nuevo remake en una nueva edición, más deportiva, de la trilogía protagonizada por Michael J. Fox. Nadie vio a Federer aparcar en Melbourne Park el Logan del doctor Emmett Brown, pero tras su victoria sobre Stan Wawrinka por 7-5, 6-3, 1-6, 4-6 y 6-3 el exnúmero 1 volverá a estar en una final de Grand Slam. La 28º de su excepcional carrera tenística, la primera desde que perdió la del Abierto de Estados Unidos (2015) y, en Australia, desde que ganó su cuarto título en Melbourne (2010). Federer busca un título grande que no gana desde Wimbledon (2012).

Y Federer, caído al puesto 17 mundial, a los 35 años y 174 días, reaparecido en Melbourne tras seis meses ausente de las pistas para recuperarse de una operación en la rodilla sufrida, precisamente, tras perder las semifinales del año pasado en Australia, ha logrado una proeza inimaginable. «Nunca pensé que llegaría tan lejos en Australia, es magnífico», admitió tras vencer a Wawrinka, número 4 mundial, en una maratoniana batalla de 3 horas y 6 minutos. Un duelo en el que Federer tomó el mando de salida, dominando con brillantez a un rival demasiado precavido y cohibido. Ese hermano pequeño que le admira pero que sueña ganarle algún día. Lo había hecho tres veces y la última en Roland Garros (2015) pero Federer no dejó escapar su 19ª victoria sobre su compatriota.

Eso sí. No fue tan fácil como parecía. Con dos sets en contra y el partido cuesta arriba, Wawrinka rompió una raqueta, pidió un tiempo de atención médica y regresó para ponerle el miedo en el cuerpo a Federer igualando el marcador y forzando un quinto set. La remontada parecía posible. Pero Federer también se fue a los vestuarios. «Desde que empecé el torneo tengo algunas molestias en la pierna y si Stan pidió un tiempo médico pensé que podía hacer igual», explicó.

Federer sufrió. En dos ocasiones Wawrinka pudo decantar el partido de su lado, pero dejó escapar su oportunidad de break en el tercero y en el quinto juego de esa última manga. No solo eso, en el octavo cedió su saque con una doble falta y, en el siguiente, abrió la puerta para la confirmación del regreso al futuro de Federer.

Temor a Nadal

En la final, el domingo, le gustaría evitar que por el tunel de la Rod Laver Arena saliera, como del pasado más temido, Nadal. No tiene Federer buen recuerdo de la última final que ambos jugaron en Melbourne en el 2009. Entonces el mallorquín le hizo llorar en público y le arrebató el título. «Rafa es el mayor rival de mi carrera. Yo soy su primer fan. Es un luchador extraordinario y hemos tenido épicos combates», admitió ayer.

Pero, sin duda. Federer preferirá encontrarse a Dimitrov, su réplica dicen. Frente al búlgaro se siente capaz de conquistar el 18º Grand Slam para su extraordinario palmarés. En manos de Nadal está el futuro del suizo y el mallorquín también tiene cuentas pendientes para jugar la final vintage que ansían los aficionados.

Un remake que se aseguraron las hermanas Serena y Venus Williams que disputarán la final femenina tras eliminar ayer a la croata Mirjana Lucic-Baronic (6-2, 6-1) y la estadounidense Coco vandeweghe (6-7, 6-2, 6-3), respectivamente. Para Venus es su regreso al futuro a una final que no jugaba contra su hermana desde Wimbledon 2009. Para Serena la opción de ganar el 23º Grand Slam.