"Me he sentido como el Papa Francisco". Valentino Rossi, el héroe del siglo pasado, el rey que se resiste a ceder el trono y todo su reino a su amigo Marc Márquez, capaz de heredar todas sus pertenencias, incluidos esos millones de feligreses amarillos que inundan el mundo --¡ya no digamos Misano!-- de fe, amor, adoración, vítores, aplausos y horas de espera, solo para verlo, para olerlo, vivió uno de los días más felices y pletóricos de su existencia, de su vida, personal y deportiva.

Rossi, que derrotó a los magníficos a lo bestia, forzando, incluso, la caída de Márquez ("il piccolo bastardo me quiso hacer lo mismo que en el sacacorchos de Laguna Seca, pero yo hoy no podía permitirlo ¡tenía que ganar!"), se convirtió ayer, en el trazado que luce el nombre de su amigo Marco Simoncelli, en el rey de reyes, 24 grandes premios después de obtener su última victoria (Assen-2013).

LA MARCA DE ROSSI Por eso Vale, al bajar del podio, mientras caminaba sobre las cabezas de miles de seguidores amarillos, dijo que tenía la sensación (dijo "la maravillosa sensación") de "haber entrado en la máquina del tiempo". ¡Y es que había entrado en la máquina del tiempo! El Doctor se convirtió ayer en el piloto capaz de prolongar su reinado, su fe en la victoria, su capacidad de impresionar, de ganar a todos y a todo en cualquier circuito, país y continente, de un siglo a otro. Rossi logró su primera victoria en 1996 (Brno, República Checa, Aprilia, 125cc, con 17 años) y, 18 años y 27 días después, repite triunfo (Misano, San Marino, Yamaha, MotoGP), destruyendo el récord de longevidad de Loris Capirossi: 17 años y 49 días entre su primera y última victoria. Y esto sigue. "Yo me quito el gorro, el sombrero, la gorra, lo que sea viendo correr a Vale: 35 años, 9 títulos, 307 carreras, 107 victorias y 192 podios ¡uf!", explicó Márquez.

"Aunque Marc no se hubiese caído, hoy hubiera ganado ¡vaya que sí!", señaló Rossi.

La carrera tuvo poca historia. La que permitió Rossi, que el viernes estuvo magnífico, el sábado celestial (su primer entrenamiento, el que se hace a ritmo de carrera, fue impecable) y ayer estuvo ¿papal? Sí, papal, extraordinario, único. Se escaparon las dos Yamaha, con Jorge Lorenzo a la cabeza. Y Márquez les siguió. "Apreté mucho, pues la Yamaha es un cohete en Misano". Rossi pasó al mallorquín. Y se fue. O lo intentó. Márquez pensó que si no iba a su caza, lo perdería. Y, cuando trataba de seguir al Doctor, se fue al suelo. Se levantó. Siguió. Rodó en los mejores cronos, pero acabó 15º y sumó un puntito más.

LA CAIDA DEL CAMPEON "Era la vuelta 10 ¿verdad? y ya en la curva uno me llevé un susto tremendo, por poco me caigo. Llegó la cuatro y frené un poquito antes, poco, para no forzar demasiado los neumáticos. Pero mi rueda delante se metió en el piano, tocó la pintura blanca, resbaló, patinó lentamente, muy lentamente y, de pronto, me ví acostado sobre el asfalto. Fue como la plegada de Brno de los test, pero está vez no pude salvarla". No se hizo nada ("el manillar quedó un poco torcido, pero nada") y entre él y los comisarios lograron poner en marcha al monstruo. Y decidió seguir corriendo. "Mi equipo había hecho un trabajo extraordinario y se merecían que cruzase la meta, no importaba en qué puesto".

Rossi respiró al pasar por meta y ver que en su pizarra le anunciaban que Marc se había caído. Quedaban 18 vueltas, pero el papá de las dos ruedas sabía que tenía el triunfo, el récord, en sus manos. Manejaba el crono y hasta la máquina del tiempo a su antojo. "La noche anterior", reconoció el nueve veces campeón del mundo, "soñé que iniciaba la última vuelta con 2.2 segundos de ventaja con respecto a Jorge (Lorenzo). ¡Y lo he clavado!" Es la conexión papal, no hay duda. Todos saben que Rossi tiene el móvil de Dios.