Es raro el clima en el que anda instalado el Córdoba. Suele pasar que solo con el paso del tiempo se empiezan a valorar las cosas. Se me viene a la cabeza el día que echaron a Pepe Escalante, a principios de siglo. Tenía a su equipo mucho más cerca del ascenso directo que del descenso. Era la segunda temporada de los blanquiverdes en la categoría de plata tras 16 años en Segunda B. Hasta la pasada, aquellos años fueron los mejores que se habían echado a la boca los aficionados en una década. Y acabó como acabó.

Ahora me da la sensación de que se repite algo parecido, también con un técnico cordobés en el banquillo. Por segunda campaña consecutiva el Córdoba está peleando de verdad por subir a Primera División. Si por desgracia acaba esta etapa sin conseguirlo y el equipo vuelve a pelear por salvar la categoría, como acostumbraba, pues entonces recordaremos lo maravillosos que fueron estos años en los que se peleaba de tú a tú con los más grandes de la Liga.

¿Por qué no disfrutarlo ahora?

¿Por qué crear un clima de tensión en cada partido, cada semana? Si Berges consigue el objetivo de meter a esta plantilla en eliminatorias, tendrá no doble, sino triple mérito que su antecesor. Por la presión con la que empezó el año, porque se fueron buenos jugadores y porque ha tenido que remar a contracorriente. Por eso me parecieron tan injustos los pitos contra él ante el Recreativo. Ayer, tras el 5--0, algo que no se veía en El Arcángel desde hace más de 30 años, nadie coreó su nombre.

No sé cómo se sentirá, pero sí que no sacó pecho. La elegancia en los técnicos no está muy valorada.