Da la sensación de que la única salida para el Córdoba este año es machacar a los rivales con un fútbol total a un 150% en lo físico y mental en todos los partidos, o lo que es lo mismo, algo parecido a lo del encuentro ante el Zaragoza, que queda ya tan lejos en el tiempo y la memoria que parece un sueño. Porque en una Liga tan equilibrada como esta, aunque paradójicamente fracturada en dos con todo lo que queda por delante, la distancia que hay entre la zona de calma, ni siquiera de ascenso, y la de abajo, la marcan detalles como un fallo del meta, otro del delantero o, como ayer, y es lo más decepcionante, uno de apreciación arbitral. Los dos primeros valen dinero, se trabajan y corrigen. Lo de Gardeazábal va aparte. Su reiteración en los fallos contra el Córdoba hunden al más optimista. Ayer, los blanquiverdes jugaron de tú a tú, y en su campo, a un Hércules en plazas de ascenso. Y es que da la sensación que a algunos equipos la fatalidad les exige jugar como el Barcelona.