Como siempre, Cesc Gay apoya su producción en dos grandes bases: un texto bien escrito, ágil y con ingeniosos diálogos, a la medida de un reparto de lujo que sabe estar a la altura dando lo mejor. Parlamentos cargados de réplicas y contrarréplicas que funcionan perfectamente, como si de un mecanismo se tratara o de un partido de tenis entre los mejores jugadores... Al fin y al cabo, eso es lo que parece que hace cada intérprete: jugar. De hecho, cada una de estas cinco historias están construidas a base de secuencias que podrían ser ejercicios interpretativos ideales para entrenamiento en una escuela de arte dramático.
Aunque cada episodio es autoconclusivo y posee su propio estilo (desde el vodevil con que arranca el filme con Chino Darín entrando y saliendo de la vida de la pareja formada por Anna Castillo y Javier Rey, hasta la comedia decadente que José Coronado, fuera de su registro habitual, borda con un monólogo impecable), las estructuras son similares: presentación de los personajes, nudo en que aparece el conflicto y resolución definitiva. Aunque el título podría recordar al clásico del terror televisivo Historias para no dormir, aquí de lo que se trata es de situaciones que sería mejor olvidar y guardar en un cajón bajo llave. La mirada del director, cargada de ironía y acidez, profundiza en lo más vergonzoso y ridículo de cada cual, invitando al espectador a echarse unas risas mientras puede que funcione la identificación viéndose reflejado en este retrato social de zonas un tanto ensombrecidas.
Los actores y actrices funcionan a la perfección, como suele ser habitual en este cineasta -excelente director de actores-, dando la impresión de que actúan pasándoselo en grande mientras modelan sus personajes. Además de los citados más arriba, Antonio de la Torre, Álex Brendemülh, Alexandra Jiménez, María León, Eva Reyes, Alejandra Onieva, Maribel Verdú, Nora Navas, Quim Gutiérrez, Verónica Echegui, Javier Cámara, Brays Efe, Eudald Font, Diego Molina... están estupendos en esta comedia coral, manteniendo el tono y demostrando su insuperable estado de forma con sus interpretaciones.