Libremente a partir de hechos reales, según consta en los primeros créditos, la película construye dos relatos, uno amoroso y otro artístico, que confluyen gracias a una letra al final. Martin Bourboulon, su director, sitúa la historia justo cuando su protagonista (Gustave Eiffel, encarnado en Romain Duris), es condecorado por haber colaborado en la construcción de la Estatua de la Libertad. Es entonces cuando recibe el encargo de crear algo espectacular para la Exposición Universal de París de 1889. A partir de ese momento, la narración cabalga en dos tiempos: presente y pasado. Así pues, iremos conociendo los principios profesionales del entonces joven ingeniero enamorado de la enigmática mujer que volverá a aparecer en su vida mucho tiempo después.

El filme está trazado con la corrección de un biopic clásico, retratando la pasión de un soñador que consigue hacer realidad sus más arriesgados proyectos, pese a los grandes inconvenientes y empecinados obstáculos que aparecen por todos los flancos. Gracias a la ilusión que le insufla el reencuentro con un amor de juventud, la magnética mujer que interpreta con suma elegancia Emma Mackey, le hará salir de ese estado un tanto de amargamiento en que vivía desde que falleció la madre de sus hijos, dispuesto a construir ese algo que ricos y pobres pudieran ver desde cualquier punto de la Ciudad de la Luz, lo que hoy conocemos como la Torre Eiffel, que nació como algo fatuo y acabó siendo algo perdurable en el tiempo, todo un símbolo de una ciudad, algo en lo que pocos confiaron en sus inicios.

Y todo ello, ilustrado musicalmente con grandiosidad y sugerentes armonías por Alexandre Desplat, así como una fotografía impecable de Mathias Boucard, muy apropiada para una gran producción de este tipo.

La historia de amor prohibido que vertebra el guion (escrito por cinco personas) toca otros temas como esa lucha por conseguir hacer realidad un sueño, las diferencias de clases sociales, la influencia de la prensa, los condicionamientos políticos y económicos que mueven este tipo de proyectos técnicos y artísticos... y, por supuesto, la hipocresía de una sociedad pacata.