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Busto de Ludwig van Beethoven.EFE

Las Guardias

Amada inmortal

Cada vez somos menos auténticos, estamos perdiendo el mundo mítico, todo es más racional, pero abandonamos el contacto con la realidad. Las grandes ideas y los grandes relatos precisan de la cotidianidad, de la vuelta al pasado auténtico, de la cercanía de nuestros antepasados. Ahora se vive en torno a un supremacismo inútil, que desemboca en un totalitarismo despótico. La historia debe ser operativa, pero también debe ser verdadera. Una sociedad se consolida día a día, con los relatos cotidianos, con el respeto y con la educación. Todo lo demás degrada a la propia sociedad. Nos volvemos individualistas, ajenos a la familia, estamos en una falsa sociedad repleta de individuos solos.

En 1827, entre los papeles que dejó Ludwig van Beethoven junto a su testamento, se encontró una carta fechada el 6 de julio (no aparece ningún año). Se conoce como la carta a la Amada Inmortal. En ella, entre otras cosas, escribía: «¡Oh, Dios mío, ¡contempla las bellezas de la naturaleza y reconforta tu corazón con lo que debe ser!». ¿Hay algo más bello y más sincero que una carta de amor escrita desde el corazón? Y ¿quién fue esa Amada Inmortal de Beethoven en realidad? Unos indican que fue Josephine Brunsvik, otros Antonia Brentano, o tal vez Bettina von Arnim, o quizá Giulietta Guicciardi, o Teresa Brunsvik, o Dorothea von Ertmann. Beethoven sí era auténtico.

Montesquieu, en ‘El espíritu de las leyes’, escribe: «La palabra libertad para unos significa la facilidad de deponer al mismo a quien ellos dieron un poder tiránico; para otros la facultad de elegir a quien han de obedecer; algunos llaman libertad al derecho de usar armas, que supone el de poder recurrir a la violencia; muchos entienden que es el privilegio de no ser gobernados más que por un hombre de su nación y por sus propias leyes». Hoy no somos libres.

La inteligencia artificial al final no era inteligencia, o no era inteligente, se limita a soltar todo aquello que le han metido con calzador, y con errores innumerables. No era inteligencia.

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