A veces es necesaria una buena novela juvenil. Aunque seamos adultos. Para divertirnos. Para refrescarnos. Para entrar en ese mundo mágico en el que priman la naturalidad y los sentimientos. En el que los protagonistas se mueven a sus anchas con una ingenuidad y un entusiasmo admirables. Arrastrándonos. Emocionándonos. Una novela como El síndrome de Bergerac, con la que su autor, Pablo Gutiérrez, ha obtenido este año el Premio Edebé de Literatura Juvenil.

Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) es un escritor tocado por el éxito desde sus inicios. Con su primera novela, Rosas, restos de alas (2008), consiguió el Premio La tormenta en un vaso al mejor autor revelación del año y logró situarse en la revista Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español. Y con la segunda, Nada es crucial (2010), obtuvo el Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España. Después, en 2011, añadió seis cuentos a su primer libro y lo reeditó con el título de Rosas, restos de alas y otros relatos. Otras novelas suyas son Democracia (2012), Los libros repentinos (2015) y Cabezas cortadas (2018). Ha escrito además un libro de cuentos, Ensimismada correspondencia (2012); otra novela juvenil, Memoria de la chica azul, que ha salido prácticamente al mismo tiempo que El síndrome Bergerac (2021), y una obra de teatro, Carne de cerdo (2003).

Profesor de Literatura, Pablo Gutiérrez vivió una experiencia similar a la narrada en el libro en 2019, cuando representó con sus alumnos una adaptación de Cyrano de Bergerac siguiendo el texto de Edmond Rostand. Aunque señala al final del libro que «la peripecia de esta novela es completamente ficticia, al igual que sus personajes», es evidente que la experiencia le ha marcado a la hora de escribirlo. Sobre todo porque le ofreció la posibilidad de compartir la explosión sentimental que generó en los chicos un proyecto de tal envergadura: la inseguridad, la emoción, el miedo, la ilusión y, fundamentalmente, el deseo de seguir adelante aportando lo mejor de cada uno. Ante tal derroche emocional, uno no puede salir indemne, por más que respete la privacidad de sus alumnos e hilvane una historia alternativa.

El síndrome de Bergerac, como toda obra dramática que se precie –se subtitula, por cierto, Una comedia heroica–, está dividida en tres partes –exposición, nudo y desenlace–, que se corresponden con los tres actos fijados por el autor bajo los títulos de La Extraña, La hermandad y Traición y rescate. El centro de la escena se sitúa en «un instituto vulgar de enseñanza secundaria» y los protagonistas son los diez alumnos de la clase de Literatura Universal de primero de Bachillerato, a cuyo frente está Guadalupe, la nueva profesora, o La Extraña, como la llaman ellos.

Tras unas primeras clases de literatura clásica, ante el silencio sepulcral de sus alumnos, la profesora les pregunta qué les pasa y estos le muestran su deseo de que les hable de algo «que se acerque un poco a nuestro tiempo», «algo… más auténtico». Guadalupe accede y, a partir de ahí, reserva una hora de la semana para hablar de lo que quieran. Tras varias sugerencias, una de sus alumnas, Claudia, dice que ha visto una película sobre Cyrano de Bergerac… y deciden interpretar la obra de Edmond Rostand.

Cyrano es un personaje excepcional. Muy inteligente, gran poeta, sabía de retórica, física y astronomía. Mosquetero al servicio del rey de Francia, brillante espadachín, orgulloso y petulante, vivía, sin embargo, atormentado por su nariz descomunal, que le impedía confesar su amor a Roxana por miedo al fracaso: el síndrome de Bergerac, la incapacidad de mostrarnos a los demás por temor al qué dirán.

Y ahí precisamente, en la lucha por la representación, con la creación incluso de la Hermandad de la Sagrada Nariz, al objeto de llevarla a cabo y como vínculo de unión entre los alumnos, está lo mejor del libro, cuando los chicos explotan emocionalmente, cuando, ¡todos para uno!, que diría D’Artagnand, muestran lo mejor de sí mismos en su afán de superación. Y es que «la magia del teatro se había apoderado de nosotros», escribe Velia, la narradora. En esa lucha surgirán dificultades, correrá peligro la puesta en escena, tendrán que improvisar papeles hasta el último momento… pero triunfarán, porque, como afirma Guadalupe, «el teatro es una sucesión de obstáculos que conduce irremediablemente al desastre, pero que siempre acaba bien».

El síndrome de Bergerac es una declaración de amor a la literatura, una historia absorbente que te atrapa desde el principio haciéndote partícipe de las andanzas y anhelos de sus protagonistas.

‘El síndrome de Bergerac’

Autor: Pablo Gutiérrez

Editorial: Edebé, Barcelona 2021