A las siete de la tarde, cuando la luz del día ya había desaparecido, llegaba al cementerio de Nuestra Señora de los Dolores de Pozoblanco el féretro de María Cotuna junto con las cenizas de Mariano Cotuna, la pareja de nacionalidad rumana que encontró la muerte en el piso que ambos tenían alquilado, al parecer a causa de las emanaciones de un brasero de picón.

Alrededor de doscientas personas, entre vecinos, miembros de asociaciones humanitarias pozoalbenses y compatriotas acudieron a dar el último adios a esta pareja que hace dos años salió de su tierra natal, Rumanía, para buscar un nuevo futuro en nuestro país que lamentablemente se acaba de truncar.

Pero la historia de María y Mariano Cotuma no acaba con su muerte. En Los Pedroches, la tierra que eligieron para conseguir el bienestar que ansiaban, quedan hermanos, primos y, sobre todo, las dos hijas y el ex marido de María abatidos por el dolor. A su lado, el padre de Mariano, un hombre roto por el sufrimiento de ver cómo ha muerto su único hijo a miles de kilómetros de su hogar. El padre del fallecido se marcha el sábado a su país y había llegado hace unas semanas a Pozoblanco para participar en la campaña de la aceituna. Era la primera vez que pisaba esta tierra cordobesa. Poco podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.

María tenía dos hijas de 16 y 8 años. Las niñas que vivían con ella desde que se separó de su marido al poco de llegar a Pozoblanco quedarán al cuidado del padre. La pequeña seguirá en el colegio público Ginés de Sepúlveda. La mayor, por su parte, ha decidido dejar los estudios y ponerse a trabajar; en Pozoblanco ha encontrado el amor de un joven. La familia de su novio la ha acogido como si de una hija se tratara, quizás como a aquella que perdieron hace unos años en el incendio de un pub.

Apoyo

Ante la tremenda desgracia que acaba de ocurrir, los miembros de la familia Cotuna cuentan con el apoyo de los pozoalbenses. Quienes los conococen sólo tienen palabras de elogio para ellos. Son trabajadores, listos y muy cariñosos, decía ayer Sunsi Fernández, miembro de la asociación comarcal de acogida infantil, quien se hizo cargo de la hija mayor de la fallecida cuando ésta llegó al municipio para que la niña pudiera estudiar mientras sus padres trabajaban.