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'Los Linces', unidad motorizada de la Policía NacionalManuel Murillo

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UNIDAD DE PREVENCIÓN Y REACCIÓN

‘Los linces’ siempre van en moto: patrullas policiales en Córdoba

Diario CÓRDOBA acompaña a una unidad motorizada de la Policía Nacional, la más rápida y ágil en materia de seguridad ciudadana

Quien los bautizara como los linces tuvo buena vista a la hora de elegir el nombre. Forman parte de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) y, aunque su misión es la misma que la del resto de la Policía Nacional, velar por la seguridad ciudadana, el hecho de que viajen en moto les convierte en el operativo más rápido y ágil, ya que pueden moverse a gran velocidad, como un felino, sin despertar demasiado revuelo y desplazarse en poco tiempo por toda la ciudad, peinando posibles focos conflictivos para dar respuesta a cualquier alerta. Esa movilidad es la que los convierte en buenos candidatos para actuar como escoltas móviles de personalidades, de autocares de aficionados de equipos deportivos o concentraciones de personas y vehículos. En Córdoba, esta unidad está compuesta por 10 funcionarios, dos de los cuales son oficiales de policía y 8 son policías. Además, hay un subinspector realizando el curso de ascenso.

Este periódico ha acompañado a una doble unidad lince (4 motos) un jueves por la tarde, a plena luz del día, durante una patrulla ordinaria por la ciudad. Empiezan el turno a las cuatro de la tarde y a las seis, hora de encuentro acordada, ya han intervenido un arma blanca de grandes dimensiones y sustancias estupefacientes (en concreto, un porro y una bolsa de marihuana) en los Jardines de la Subdelegación del Gobierno, a dos pasos de la comisaría de Fleming. Según el responsable de la unidad, la persona a la que le ha sido retirada el arma se dedica al tráfico y ha sido detenido varias veces. Pese a ello, en un control rutinario han localizado una especie de navaja de fabricación propia que llevaba en el bolsillo del pantalón. El que fumaba un porro cuando la Policía se cruzó en su camino, se lleva de extra una denuncia por desobediencia a la autoridad, ya que cuando el agente le pide que le dé lo que fuma lo tira al suelo y lo pisotea. «Cada vez hay menos respeto a la autoridad y eso nos obliga a poner muchas multas de este tipo, ya que si alguien te insulta o no cumple lo que le estás diciendo en el momento de la intervención, esa es la herramienta que nos da la ley para responder», explica el agente responsable.  

En principio, cualquier persona puede ser seleccionada para un cacheo de los linces, aunque ellos no paran a todo el mundo. «La experiencia cuenta mucho, la reacción de todo el mundo ante nuestra presencia no es la misma, estamos muy atentos al comportamiento de la gente cuando nos ven aparecer, algunos se delatan ellos mismos, otros son conocidos de la policía que están fuera de su zona...». A veces, la intuición falla o el sujeto sospechoso es más rápido que la policía a la hora de deshacerse de lo que porta, pero en un alto porcentaje, aciertan. 

La Policía identifica a un grupo de personas en la calle en el barrio de Las Moreras.

Este jueves ha salido el sol después de muchos días nublados y la calle está de bote en bote, en casi todos los barrios. Tras recorrer Miraflores, la zona del embarcadero, plaza de Andalucía, Corregidor y Vallellano, los linces se dirigen hacia la zona de las Moreras. Nada más entrar en el barrio, las motos se dispersan por distintos patios ante la mirada atenta de los vecinos, que se preguntan si ha ocurrido algo extraordinario que justifique la presencia policial. En esta zona, como en otras de la ciudad, son habituales intervenciones policiales por altercados de distinto tipo, pero esa tarde está tranquila y nadie ha oído nada raro. Se trata de una patrulla rutinaria para garantizar el orden público y la seguridad ciudadana. Las motos entran y salen por los patios y se paran en una esquina, donde un grupo de adultos con un menor están sentados en una mesa jugando al parchís. Alguien está fumando y al ver a la policía, uno de ellos mete algo debajo del tablero.

Los linces se acercan y piden documentación a todos y al levantar el parchís encuentran un porro y marihuana. Luego proceden a cachearlos, pero no portan nada más y tras retirar los estupefacientes, les informan de que la actuación será objeto de una denuncia. Según el responsable de la unidad, la mayoría de las personas no quieren firmarla. La mayor parte de las intervenciones que realiza esta unidad consisten en aprehensiones de sustancias y armas y la localización y detención de reclamados judiciales, además de dar apoyo a otras unidades en detenciones e identificaciones y prestar auxilio a la ciudadanía. 

A poca distancia, la Policía pide la documentación a un grupo de jóvenes, a los que solicita que salgan de un coche. En la calle, se arma un poco de revuelo. La gente parece indignada, da la impresión de que la mayoría desconfía de la Policía, en lugar de agradecer que estén ahí velando por el cumplimiento de la ley, algunos se detienen al lado del dispositivo para dejar claro que no están de acuerdo con la actuación y que están siendo testigos de todo lo que sucede.

Cacheo de la Policía en el parque de Miralbaida.

Los jóvenes están limpios y la Policía sigue su camino. Desde Moreras, la Policía se dirige a un parque próximo a la Ciudad de la Justicia que a esa hora está plagado de familias con niños, donde piden documentación a un grupito de chavales. En las terrazas próximas, todo el mundo observa detenidamente a los policías motorizados. Alguien comenta: «Si van en moto y tienen que detener a alguien, ¿Qué se lo llevan de paquete?». No es el caso. En la mayoría de las actuaciones, la intervención no conlleva detención, salvo que localicen a un prófugo de la justicia o haya una resistencia grave a la autoridad. En esos casos, los lincessolicitan la presencia de un coche con habitáculo para el detenido con el que se procede al traslado a las dependencias policiales.

El siguiente destino es Miralbaida, donde se detienen en otro parque en el que juegan niños al lado de un grupo grande de jóvenes y menores entre los que hay algunos fumando. Tras la actuación correspondiente, retiran sustancias estupefacientes a uno de ellos. La presencia de un fotógrafo parece indignar a un par de mujeres que se acercan a la policía para pedir explicaciones, indignadas porque se están haciendo fotos a jóvenes que, asegura, son menores. Llama la atención que, pese a que están en el parque con sus hijos, niños pequeños, lo que les moleste no sea que haya el consumo cercano de estupefacientes sino la presencia de un medio de comunicación, cuestionando que se puedan tomar imágenes, pese a que vamos junto a la autoridad policial. La Policía les informa de que es perfectamente legal hacer fotos en la vía pública y que, en todo caso, sería susceptible de sanción, el mal uso de las mismas, en este caso, si no se pixelaran las caras de los menores. Varias vecinas de la zona observan la escena, agradecidas, aseguran, de que la Policía acuda a velar por la seguridad ciudadana. «Cuanto más vengan, mejor para todos», sentencian. 

Antes de retirarnos, acompañamos a los linces al barrio de Las Palmeras, uno de los entornos más aislados de Córdoba por diferentes motivos, donde todo el mundo parece conocerse, por lo que la llegada de extraños llama la atención. Los linces realizan un recorrido por los patios, que están llenos de gente, y varias identificaciones aunque no se realizan actas de denuncia. «Están acostumbrados a vernos porque venimos muy a menudo», comenta uno de los agentes. De hecho, al paso de las motos, varios niños saludan a la Policía con la mano como dándoles la bienvenida. En el parque de la entrada, varios vecinos aseguran estar encantados de que vengan al barrio. «Quienes tengan algo que esconder, se pondrán nerviosos», comenta un matrimonio, «los demás no, por nosotros, que vengan cuanto más mejor aunque las cosas ahora están muy tranquilas». Las Palmeras es uno de los focos habituales de tráfico en Córdoba y, según el responsable de la unidad, en él viven algunas personas que están en búsqueda por la Policía aunque no suelen salir a estas horas para evitar ser vistos. 

Identificación en un parque junto a la Ciudad de la Justicia, en Arroyo del Moro.

Al parecer, la marihuana, el hachís o la cocaína son drogas que se pueden incautar en cualquier punto de Córdoba mientras la heroína, que ha vuelto a la calle últimamente, suele localizarse en el entorno de la calle Torremolinos. El responsable de la unidad insiste en que, frente a la idea de afán recaudatorio que hay en la sociedad, las identificaciones y las multas tienen como finalidad los lugares donde se trafica y las personas que venden, así como proporcionar material de investigación para la Policía Judicial en las operaciones antidroga que se llevan a cabo.

Desde la llegada del comisario Carlos Serra, la Policía Nacional ha reforzado la seguridad en las calles, potenciando la presencia de las diferentes unidades del área de Seguridad Ciudadana. El objetivo es ofrecer «un despliegue homogéneo y heterogéneo, aumentando la prevención y reduciendo el tiempo de respuesta». También se pretende, según el comisario, «mejorar las infraestructuras policiales con más número de efectivos, mayor formación y mejor equipamiento, dotándolas de herramientas más modernas para atender las necesidad actuales en materia de seguridad ciudadana».

Las sanciones: desde 601 euros de multa por un porro

Fumar un porro en la calle puede salir caro. La Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, conocida popularmente como Ley mordaza, establece el pago de una multa por consumo o tenencia de drogas en lugares o establecimientos públicos que puede oscilar entre 601 a 30.000 euros, según sea o no la primera vez y la existencia de circunstancias agravantes. Si la cantidad de droga aprehendida es mayor o se detecta que se está traficando o favoreciendo su consumo en terceras personas, en lugar de sanción administrativa, la ley considera que se trata de un presunto delito contra la salud pública que se castiga con pena de prisión y multa.

Cuando se interviene cualquier tipo de estupefaciente, la Policía la deriva a un laboratorio donde se realiza un análisis para comprobar lo que contiene y con el resultado se tramita el expediente sancionador correspondiente. Las denuncias se realizan previa identificación de la persona que porta la droga. En caso de que no tenga el DNI, se intenta identificar por otras vías, siendo el último recurso su traslado a comisaría.

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