La Fundación Miguel Castillejo, entidad sin ánimo de lucro que tiene su sede en la plaza de las Doblas de Córdoba, cuenta con un proyecto estrella, que es «la niña de nuestros ojos» y por el que «estamos dispuestos a luchar contra viento y marea». Estas palabras de su gerente, Pedro Valera, se refieren al centro de formación, promoción e integración social de la mujer inmigrante. Además, la fundación imparte cursos como Finanzas para mortales y anima la vida cultural con conciertos, poesía y conferencias.

La Fundación Miguel Castillejo fue fundada en el 2004 con casi veinte años de existencia, ¿cómo la presentaría en la actualidad?

Desde su nacimiento, la Fundación Miguel Castillejo ha tenido dos ramas de actuación. La parte social fundamentalmente la tenemos centrada en un centro de formación e integración de la mujer inmigrante. Con él lo que pretendemos es darle a estas mujeres formación con distintos cursos y talleres. El objetivo es prepararlas para que puedan encontrar una salida profesional, porque creemos que es la mejor de las formas de conseguir una integración plena en la sociedad en la que han venido a vivir. En la rama cultural, el fin es potenciar a jóvenes valores. Mantenemos una coral universitaria y desde nuestro centro, excepto estos dos últimos años por el tema de la pandemia, normalmente venimos ofreciendo un ciclo de conciertos, con un total de once, de conferencias, poesía y alguna exposición.

Su centro de formación para mujeres inmigrantes, ¿sería el proyecto estrella?

Ese es, digamos, la niña de nuestros ojos. Es la actividad en la que verdaderamente volcamos muchos recursos y esfuerzos. Empezando por nuestra presidenta, Joaquina Castillejo, es algo por lo que estamos dispuestos a luchar contra viento y marea. Ella es la primera y la gran impulsora del salto que está dando este centro en cuanto a calidad y al número cuantitativo de las personas que atiende. Es un empeño personal de ella el que ampliemos el abanico de ofertas que podemos dar desde el centro, que son cursos y talleres prácticos. Queríamos ampliar a dar cursos de asesoramiento jurídico y laboral. En todo esto, nuestra presidenta está totalmente empeñada.

¿Por qué se escogió a las mujeres inmigrantes?

Fue una propuesta que nos llegó en el 2009 y nos pareció que merecía la pena apostar por él, ya que dentro de los colectivos con problemas de integración está el de los mayores. Además, con la peculiaridad de que normalmente primero llega la mujer y cuando consigue asentarse, trae al resto de la familia. Es muy complicado para ellas. Cuando estás o hablas con ellas, te cuentan casos tremendos. Se apostó por él, porque vimos que era la mejor manera de integrar en la sociedad a este colectivo.

¿Cuántas mujeres ha atendido el centro desde el 2009?

El total lo desconozco. El centro viene atendiendo a una media anual de alrededor de 400 mujeres o 300 y mucho. En estos dos años, tenemos también matriculados para estos cursos de formación a hombres inmigrantes, en mucha menor medida que a mujeres, y también contamos con algún grupo de mujeres españolas con problemas de integración.

¿Qué perfil tiene la mujer que acude al centro?

La mayoría de nuestras usuarias proceden de América latina. Los países que más alumnos nos están aportando son Colombia, Nicaragua y Honduras. Serán el 25% de todos los alumnos. La media de edad oscila en torno a los 40 años. La mayoría se desplazan solas y cuando consiguen adaptarse, empiezan a tirar de la familia.

En el 2021, la fundación crea el programa ‘Finanzas para mortales’, ¿cómo se está desarrollando y cuáles son sus resultados?

Sí, el programa Finanzas para mortales lo hacemos con el banco de Santander y con la fundación de la Universidad de Cantabria. Va dirigido fundamentalmente a cualquier población. Nosotros hemos empezado a impartirlo a nuestros propios alumnos. Lo que se pretende con el curso es acercar todo lo que oímos y necesitamos del tema de finanzas, que, en realidad, no conocemos como, por ejemplo, los fondos de inversión. La mayoría de personas no saben de qué se les está hablando o cómo hacer uso de ello. Es una formación elemental, una formación del día a día. Si entramos en una entidad financiera, que sepamos de qué nos están hablando. Está funcionando muy bien. Los cursos los está impartiendo personal del banco de Santander, de forma voluntaria. Son unos talleres muy cortitos de cuatro horas, que se reparten en dos días.

¿A quién van dirigidos, también a población inmigrante?

Nosotros los hemos empezado con las mujeres que vienen a formarse a nuestro centro, pero están abiertos a otros colectivos.

¿Serían estos dos los proyectos más importantes que lleva a cabo la fundación en el ámbito social?

Sí, estos son los más importantes. Desde luego, en el centro de formación de la mujer estamos volcando muchos de nuestros esfuerzos. Allí se están impartiendo una media de dos cursos anuales. De temas como auxiliar de geriatría, de auxiliar de ayuda a domicilio, de camarero, de manipulador de alimentos, inmersión lingüística y cultural. Todos están desarrollados por profesionales voluntarios en activo. Estamos muy satisfechos con ellos.

¿Han hecho un estudio de cómo ayudan realmente estos cursos a lograr un trabajo?

No tenemos un estudio, pero sí tenemos constancia de que son una ayuda, porque las personas que pasan por el centro de una manera o de otra no dejan de tener relación con nosotros. Llegan y te comentan cómo les va y el resultado está siendo satisfactorio para nosotros, porque muchas de las personas que pasan por los cursos están obteniendo un trabajo.

¿Ha supuesto la pandemia un parón en la actividad de la fundación?

Sí, nos ha afectado como a todo el mundo. En la parte cultural, durante 2020 lo paramos todo. Luego, poquito a poco hemos ido desarrollando algunas actividades. Por ejemplo, en el 2021 se desarrolló la semana poética, tuvimos seis conciertos y se pudieron dar algunas conferencias. En la actividad social, tuvimos que suspender los cursos, porque eran todos presenciales. Una vez que se pasó el primer choque de la pandemia y todo lo que eso supuso, decidimos que no podíamos parar. Entonces, lo que hicimos fue montar una plataforma para dar los cursos online. Eso es lo que seguimos haciendo todavía. Hemos retomado ya las prácticas para geriatría.

¿Sigue funcionando la plataforma que crearon durante la pandemia para unir a personas que necesitaban ayuda con voluntarios que se la prestaban?

En aquellos momentos se firmó un convenio con Rastreator, que tiene una plataforma con voluntarios. El objetivo era poner en contacto a personas que necesitaban algún tipo de ayuda en aquellos tiempos en los que no se salía para ir a hacer la compra o a una farmacia. Pero, también, se daba la posibilidad de mantener algún tipo de acompañamiento, aunque fuera telefónico para charlar. Funcionó muy bien y continúa funcionando muy bien. Una vez que la pandemia pase, se orientará como acompañamiento a personas mayores que viven en soledad. La plataforma es a nivel nacional y nosotros coordinamos a nivel de Córdoba, ciudad y provincia.

Gerente de la fundación desde el 2005, ¿cómo ve la evolución de la entidad desde esos años?

La fundación ha ido avanzando con paso firme y seguro. No hemos corrido mucho, pero sí todos los avances que hemos ido dando, los estamos haciendo de forma consolidada. Es una entidad que poquito a poco se está consolidando. Lo que pretendemos, empezando por la presidenta y por todos los patronos de la fundación es que siga creciendo y sirviendo a la sociedad al máximo posible dentro de nuestras fuerzas.