Mirian y Raquel tienen 32 y 33 años. Llevan 18 años juntas y aunque Mirian siempre tuvo claro que quería ser madre, no fue hasta hace dos años cuando las dos se decidieron a dar el paso. «No hubo discusión sobre quién sería la gestante», bromea Raquel, más reacia a vivir esta experiencia en primera persona. «Lo primero era ahorrar porque investigamos y queríamos que fuera por donación de ovocitos de una a la otra, una técnica que no cubre la Seguridad Social», comentan, «así que acudimos a una clínica privada». Según el tratamiento y los intentos, el coste puede oscilar entre 6.500 y 7.500 euros más la medicación.

Para quedar embarazada, se transfirieron óvulos de Raquel para la fecundación y maduración en incubadora hasta producir los blastocitos que finalmente se implantaron en Mirian. Según relatan, tuvieron mucha suerte, ya que el embarazo se produjo en el primer intento. «Entre los blastocitos que se producen, se estudia la calidad de cada uno de ellos y se elige cuál transferir, el resto está congelado por si nos decidimos a tener más hijos». La edad era fundamental, aunque en este caso, contaban con una buena reserva ovárica que hizo que todo fuera más fácil. 

«La decisión de ser madres es complicada y se retrasa porque a los 30 años es cuando te encuentras en tu mejor momento laboral y un parón de este tipo puede perjudicarte», señala Mirian. En su opinión, «nadie te cuenta la parte complicada de la maternidad porque si no, nadie se decidiría a ser madre». Se refiere a todos los cambios físicos que comporta el embarazo, las molestias y las inseguridades que provoca. «El primer trimestre ha sido complicado, pero estamos contentas, quizás Raquel esté más asustada que yo, supongo que es más bonito desde dentro y da más miedo desde fuera».