Me miro al espejo y veo una niña con pendientes y un vestido. Mis padres, las personas que más quiero en el mundo, me llaman Paloma y cuando cumplo 10 años me preguntan si ya me gusta algún niño. ¿Quién ha decidido que soy una niña? ¿Y quién que me tengan que gustar los niños? ¿Qué pasa si lo que siento por dentro no corresponde con lo que me dicen? ¿Soy rara, me dejarán de querer? Miles de personas lgtbi se levantan cada mañana con dudas como esas y con el firme propósito de demostrar al mundo que saben quiénes son, qué les gusta y que alguien se equivocó cuando les colocó una etiqueta sin preguntarles primero. A pocos días del Día del Orgullo, en un acto organizado por la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Córdoba, un grupo compuesto por una chica y un chico trans, una persona no binaria, la madre de un joven trans y una mujer lesbiana, presentad@s por una sexóloga cis hetero poco convencional, tuvieron ayer el valor de desnudar su historia vital en público para reivindicar sus derechos, evidenciar el rastro de sufrimiento que deja la fobia al diferente y hacer pedagogía sobre la diversidad sexual.

La joven Alma contó cómo en la adolescencia, al sentirse diferente, sumida en una profunda depresión, sin respuestas a sus miles de preguntas y sin referentes, inició una búsqueda en Google hasta dar con un blog de un psicólogo transexual que puso nombre a lo que ella era, una mujer transexual. Víctima de bullying durante la infancia, como la mayoría de las personas que no encajan en el molde establecido, tuvo el valor de informar a sus padres de lo que sentía y afrontar con su apoyo el proceso de hormonación y operación con el que pudo mirarse al espejo y ver el reflejo de lo que siempre había sido por dentro. «Cuando salí del quirófano y me puse la mano en el pubis, pensé ‘ya soy, ya estoy’».

Lix, Pablo César, Genoveva y Alma. FRANCISCO GONZÁLEZ

Carmen Ceballos, madre de un chico trans, contó cómo pasó dos semanas llorando cuando su hijo le dijo que no era una chica, como ella pensaba. «Hasta que un día mi marido me dijo ¿bueno y qué?», recordó. Luego, se sintió culpable de no haberse dado cuenta antes y ahora es la presidenta de la asociación Todes Transformando, estandarte del colectivo trans de Córdoba.

Genoveva Blanco, enfermera, lesbiana y madre gestante, también compartió su historia de incomprensión. La menor de 11 hermanos, 10 de ellos niñas, un día, después de un largo proceso de contradicciones e introspección, salió del armario y soltó la bomba en casa. A su madre le costó asimilarlo mientras su padre, al que consideraba progresista, le dijo que no confundiera libertad y libertinaje. Como si dar ese paso fuera cosa fácil. También habló de la doble discriminación de las lesbianas en el mundo gay y de la necesidad de formar e informar para que todo el mundo entienda y ame la diversidad.

Una persona no binaria (no se identifica como hombre ni como mujer), Pablo César, peruano de 34 años, dijo que no fue hasta los 30 cuando supo que «llevaba toda la vida negando una parte de mí por miedo a no encajar» y por miedo a morir en un país, el suyo, «en el que el colectivo lgtbi tiene una esperanza de vida de 33 años». Tampoco él tuvo referentes más allá de un presentador transexual al que su madre, siendo él aún un niño, auguró corta vida por el hecho de serlo. «Me gustaría tener un trabajo, como cualquier persona, igualdad de oportunidades y de derechos», dijo sincero, «estoy ofreciendo la mejor versión de mí».

Lix Alonso, chico trans, relató cómo la desinformación hizo que todos creyeran que era lesbiana cuando su «problema» no era de orientación sexual sino de identidad de género. Le costó saberlo y mucho más explicarlo. «Durante años, sufrí acoso escolar, me dieron palizas, una vez estuve un mes entero lleno de moratones y a ningún docente pareció importarle», relató. Hace tres meses, tuvo el valor de decírselo a sus padres y no fueron los más comprensivos. «Mi padre me dijo que no iba a ser feliz en la vida, en una conversación de dos horas que fue la más dura de mi vida», confesó. Sabe que él también tiene miedo, pero sigue esperando que le diga que lo quiere como es. Luego, sin rastro de rencor hacia el mundo, con una amplia sonrisa en la boca, dijo que su sueño es ser profesor, «el profesor que yo no tuve para que a nadie le pase como a mí». Para que el mundo, más pronto que tarde, sea un lugar mejor.