-¿Qué es lo más positivo que extrae de la situación que estamos viviendo con el coronavirus?

-El mundo y la sociedad ha cambiado, siendo necesario tomar decisiones valientes, aunque haya alguna equivocación. En el confinamiento hemos aprendido que debemos preocuparnos más por los otros, lo que será la única manera de resolver este conflicto.

-¿Qué enseñanza tenemos que obtener de lo que está pasando?

-Los retos son cada vez más comunes: medio ambiente, competitividad, salud, seguridad y solidaridad. Esta pandemia, lo estamos viendo, hará mejores a los mejores y peores a los peores, pero esta constatación no lleva al equilibrio general, sin el cual la sociedad difícilmente progresará. Se han puesto en evidencia, rotundamente, los grandes desequilibrios en las dimensiones social, económica, y desde luego, política.

-¿Qué cuatro acciones concretas adoptará una vez finalice el estado de alarma?

-Cuando hemos sido todos testigos de falta de rigor, improvisación y grandes dosis de escaparatismo, es preciso mayores dosis de energía social, a nivel individual y colectivo. Propondría estas acciones: mejoras en lo personal, compartir costumbres y normas de común aceptación, trabajar con visión social y sentir y extender la necesidad de un cambio hacia el equilibrio general.

-¿Cómo debe contribuir la iniciativa pública y la iniciativa privada para remontar la situación?

-Hay que preguntarnos antes: ¿estamos comprendiendo en qué ha cambiado el mundo y por qué? Se trata, pues, de una tarea básicamente individual y, como resultante, colectiva, que debe estar orientada por el ejemplo de todos los agentes sociales y no se consienta su incumplimiento. Las cosas mal hechas y consentidas van acumulándose para convertirse en una tara social. Por ejemplo, la economía sumergida. No queda otra que vivir esta crisis con actitud proactiva. Habrá que estar especialmente atentos a aquellos sectores, especialmente de servicios, que se verán más afectados.