Aún no se ha abierto la veda para la campaña electoral y el homus politicus ya está en el tajo. No había más que darse una vuelta ayer por el congreso de Acpacys, donde la presencia de una ministra (PSOE) y una consejera (Cs) en un acto eminentemente social, donde ellos se mueven como pez en el agua, rodeados de cámaras y periodistas, atrajo como la miel al oso a un sinfín de correligionarios de ambos colores, arropando a las altas instancias y posicionándose de cara a una carrera de fondo tras la cual se hará una criba de la que solo sobrevivirán los mejores especímenes. Pura selección natural, que diría Charles Darwin. No solo se trata de competir entre colores, el rojo contra el morado o el azul contra el naranja, sino de competir entre las tonalidades de cada color que cada individuo ofrece. Quizás por eso se mueven todos muy juntos, como enmadejados, a la izquierda unos y a la derecha otros. Que nadie confunda posiciones. El estudio minucioso del lenguaje no verbal (miradas, medias sonrisas, pisotones, falsos abrazos...) bastaría para saber quiénes afrontan la carrera en los puestos de salida. Interesante sería también contar el número de personas que mueve un político según su escala entre cargos inferiores, asesores, escoltas y aspirantes a algo.

Y luego las ausencias. En el encuentro de Acpacys, como cabía imaginar y pese a que estaba anunciado, faltó al alcalde (PP), pero se le perdona. No solo el espacio estaba copado por otros colores sino que habría tenido que elegir entre el gran jefe y un congreso social. Difícil elección para un político.