Lleva casi tres décadas estudiando las galaxias y la limpieza del cielo, que incluye desde el análisis de la contaminación lumínica y el consiguiente ahorro energético hasta el deleite de mirar las estrellas para acercarse a uno mismo. Casiana Muñoz-Tuñón (Córdoba, 1960) vive esa aventura espacial amarrada a tierra desde el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en Tenerife, donde encontró un lugar de investigación a la altura de su manera de ser, que es polivalente y libre. Allí dirige equipos, observa por el telescopio cuando puede --es un placer tan cotizado como escaso-- y vive tan ocupada que apenas si repara en que suele ser la única mujer en las reuniones de directivos.

--Ha centrado su trabajo en la física de la formación estelar violenta de las galaxias, algo que queda a una distancia sideral para el común de los mortales. ¿En qué consiste su línea de investigación?

--De nuestra galaxia, que se llama la Vía Láctea, sabemos que tiene estructura espiral, tenemos un disco donde hay estrellas, una zona central que se llama núcleo o bulbo con un agujero negro, y todo eso sucede en sistemas que se formaron hace miles de millones de años. Creemos que estas estrellas se generaron de un modo parecido a lo que conocemos en otras galaxias como starsburst (estallido de estrellas), galaxias en las que se está produciendo el nacimiento de un millón de estrellas o más simultáneamente en un espacio relativamente pequeño.

--No puedo ni imaginarme la luz que emitirá un millón de estrellas juntas.

--Sí, estos brotes violentos de formación de estrellas son muy interesantes. Un volumen de cielo en el que pasa esto es muy luminoso, de hecho cuando sucede algo así lo que se ve es un puntito que brilla mucho y que podemos observar aunque el fenómeno esté pasando en una galaxia muy alejada de nosotros. El estudio de este estallido puede hacerse hasta lo que llamamos un universo muy temprano, muy cerca del big-bang. Los starsburst son muy importantes porque son los precursores de los discos y los bulbos de las galaxias espirales y estudiarlos nos lleva a saber el modo en que se formaron partes importantes de nuestra galaxia. Son laboratorios fantásticos.

--¿Y qué traducción práctica tiene todo eso?

--La astrofísica tiene efectos prácticos colaterales relacionados con el desarrollo tecnológico que requiere el estudio de estos objetos. Toda esa tecnología es aplicable a un sinfín de sistemas cotidianos, como una impresora 3D. Pero yo quiero reivindicar que el conocimiento tiene importancia por sí mismo. Es importante que la humanidad conozca el sitio donde vive; saber de la formación de la Vía Láctea es conocer nuestra historia.

--También lidera el Grupo de Calidad del Cielo, que no sé si va de contaminación lumínica o de qué pero que así dicho suena muy poético.

--Sí tiene que ver entre otras cosas con la contaminación lumínica, y también con el ahorro energético. Yo me encargo de iniciar proyectos de medida de la atmósfera y de asesorar a otros observatorios y ciudades que quieren poner en marcha proyectos en los que puede servir nuestra experiencia.

--Dicen que los cielos de la comarca cordobesa de Los Pedroches son de los más limpios. ¿Es cierto?

--Efectivamente, ahí existe una reserva star light . Esta es una iniciativa que lideró España buscando destacar los sitios oscuros, y eso se usa entre otras cosas para el turismo astronómico, como es el caso de la comarca de Los Pedroches, una zona excelente para ello por ser poco poblada y muy oscura. Pero volviendo a lo de antes, España es pionera en la ley de protección del cielo contra la contaminación lumínica; como dice la declaración universal de la Unesco "es el derecho del hombre a ver la luz de las estrellas".

Y es que explorar el firmamento tiene mucho de literario, como la propia Casiana reconoce al otro lado del hilo telefónico. Pero no fueron las letras, aunque siempre se le dieron bien, como casi todo, a esta mujer dinámica y tenaz, sino su doctorado en Ciencias Físicas --cursó la carrera en Granada-- lo que la condujo hasta el Instituto de Astrofísica de Canarias. Especializarse en el estudio del cosmos "fue algo fortuito", dice, debido a que en Granada al terminar la carrera de Físicas había participado en encuentros anglo-hispanos de astronomía en los que supo de la existencia de becas para doctorarse en esa materia. "Yo la pedí, vine a Tenerife --dice-- y puedo asegurarte que nunca me he arrepentido de ello".

--De niña y jovencita, ¿qué soñaba ser de mayor?

--Yo tenía un problema y es que me gustaba todo, no tenía una vocación clara. Estudié el bachillerato en el instituto Luis de Góngora, que era un centro excelente y creo que todavía lo es. Me encantaba la literatura y la arquitectura, pero elegí estudiar Ciencias Físicas porque por aquel entonces había mucha divulgación sobre los avances de la física del siglo XX. A mi padre,que era ingeniero de Renfe, le gustaban estos temas y hablábamos mucho de ellos.

--¿Cómo recuerda su antiguo barrio, el Campo de la Verdad?

--Lo recuerdo con mucho cariño. Cuando nosotros vivíamos allí era más pequeño, estaba empezando a hacerse. Mi madre era maestra, a ella le gustará que reivindique que era directora de las de antes, por oposición. Dirigía el colegio Santa Rosa de Lima, y allí estudié yo. Soy la mayor de cuatro hermanos y la segunda, Ana Mari, tiene síndrome de Down, por lo que mis padres trabajaron mucho en la entonces llamada Asociación de Padres y Protectores de Subnormales. Hoy por suerte todo eso ha cambiado mucho. También el tema de los estudios. Lo digo porque del colegio de mi madre solo pasamos al instituto otra chica y yo. También estudiaba guitarra en el Conservatorio. Me encanta la música.

--Sé que era tan buena estudiante como deportista. ¿Le sigue gustando el deporte?

--Sí, sí, me gustan muchas cosas. Existe el cliché de que la ciencia es muy vocacional, pero los jóvenes no deben asustarse si no tienen una vocación clara, porque hacer muchas cosas no te lleva a hacerlas mal. Yo jugaba a voleibol en el equipo del Góngora y fuimos campeonas de España. En Granada hacía mucha escalada. Ahora hago taichí y natación.

Tras pasar una temporada en Londres con una beca del British Council, a Canarias la llevó otra beca que le permitió hacer la tesis sobre la estructura de las galaxias. Y debieron de quedar sus jefes tan contentos con ella que allí sigue, casi 30 años después. "Canarias me gusta mucho, la gente es muy amable y el Instituto es un sitio muy especial --asegura--. Y muy abierto, cualquiera con un buen currículum puede optar a venir".

--Ha sido también profesora universitaria. ¿Por qué dejó la docencia?

--Como todo el mundo, al acabar el doctorado me planteé trabajar. Primero tuve una beca postdoctoral y en ese tiempo me surgió la oportunidad de presentarme a una oposición de profesor titular en la universidad de la Laguna. La saqué y no me disgustaba la docencia, le tengo un respeto enorme, pero prefería la libertad de movimiento que supone estar en un centro de investigación, lo que te permite por ejemplo la asistencia a congresos en cualquier época del año.

--Me la imagino pegada a un telescopio, pero no sé si esa imagen romántica difiere mucho de su día a día.

--A mí me gustaría estar todo el tiempo pegada a un telescopio, sobre todo si es de diez metros como el gran telescopio de Canarias (GTC), pero eso no es tan fácil. Es un instrumento muy cotizado, tú haces una propuesta y presentas el problema científico que quieres resolver, y unos comités de expertos lo evalúan y te dan o no tiempo en ese telescopio. Si te dan tres noches en un año eres muy afortunado.

--Todavía es insólito en España ver a mujeres dirigiendo equipos científicos. ¿Cómo le ha ido a usted en este terreno?

--La verdad es que no reparo en ello hasta que me lo preguntan. Yo tengo la suerte de que mis colegas son personas de nivel alto, y no me hacen sentir mal por ser la única mujer en una reunión, como a menudo sucede.

--Y además es ama de casa y madre. ¿Su marido también es investigador?

--Sí, él también es físico, trabaja en la universidad; es canario. Tenemos un hijo, Tomás. Y hay temporadas que pasan con nosotros mi madre y mi hermana Ana Mari, así que parte del año somos familia casi numerosa.

--¿A su hijo le gusta también la física?

--Me temo que ha salido a mí, le gusta todo un poco. Prefiere las ciencias, pero también estudia en el Conservatorio y quiere hacer composición musical.

En tres décadas de investigación, Casiana Muñoz-Tuñón ha visto evolucionar infraestructuras y métodos de trabajo, pero el universo sigue lleno de enigmas. Para ella, los mayores desafíos pendientes son la búsqueda de vida, "porque a los humanos nos interesa mucho encontrar indicios de vida fuera de nuestro planeta", y todo lo que tiene que ver "con la naturaleza de la materia oscura". "Yo creo que son problemas que en los próximos diez, veinte años se pueden resolver", anuncia optimista.

--Hay quienes aseguran que debe de existir un planeta parecido al nuestro, con vida inteligente. ¿Lo cree usted?

--No veo por qué no. Tengo plena confianza en los seres humanos, creo que somos únicos. Por eso, aunque seguramente habrá otros planetas con vida, dudo que sean réplica de nosotros.

--¿Ayuda la astronomía a preservar el planeta?

--Estoy segura de que sí, aunque no tenemos suficiente conciencia social de ello. Es importante mirar un cielo limpio y lleno de estrellas, mueve a la reflexión.

--¿Qué descubrimiento sería el que más feliz la hiciera?

--Tendría que ver con la medicina, algo que alivie el sufrimiento de muchos seres humanos. Aparte de eso, como enamorada que soy de Córdoba, me encantaría que aprovechara su historia árabe, cuando en Córdoba se creó una de las primeras universidades de Astronomía en Europa, y la incluyera en sus planes académicos. A mí me gustaría ayudar a ello.