Solo doce hombres han rozado su superficie pero millones de ellos la buscan cada noche, y este verano se ha puesto de tiros largos para seducir hasta al último hombre lobo que quedara por ahí escondido. Durante tres meses consecutivos la luna se ha convertido en superluna y ha lanzado sus hechizos con más brillo de lo normal. Pero en realidad no es magia, es pura astronomía.

Lo que se conoce como superluna es lo que los científicos llaman luna de perigeo. La órbita de la luna, como la de todos los planetas y satélites del sistema solar, es elíptica y en su punto más cercano a la Tierra está a 356.000 kilómetros. Si coincide la luna llena con ese momento de máximo acercamiento de nuestro satélite a la superficie terrestre, hay una superluna.

Lo habitual es que haya superlunas no totales cada 13 meses, según fuentes de la NASA, pero Miguel Gilarte, director del Observatorio Astronómico de Almadén de la Plata (Sevilla), aclara que "para que se dé una superluna de verdad tiene que coincidir exactamente que esta esté en el perigeo, ni una hora antes ni una hora después, y esto es muy difícil que pase. En realidad ocurre cada 15 o 18 años, de modo que la próxima que coincida exactamente en el perigeo siendo luna llena total será para el año 2028".

Así que este verano ha sido de lujo para los lunáticos y afines, ya que hemos disfrutado de tres superlunas durante los meses de julio, agosto y septiembre. La más grande , por llamarla así, ha sido la de agosto, ya que entonces la luna ha estado más cerca de la Tierra que en ningún otro momento en los últimos 20 años. Pero la de septiembre, que aún está casi llena sobre nuestras cabezas, sigue siendo un 14% más grande que una luna llena normal y un 30% más brillante. Merece la pena darle un vistazo ¿no?