Para bien o para mal. Para mal o para peor. Ahí estuvo la afición del Córdoba CF para ver y padecer el último partido de los suyos en la Segunda División B, que ya no existe más. La Federación Española ha cambiado la estructura de las categorías nacionales para el curso 21-22 y los blanquiverdes ya conocen su destino. Será la Segunda RFEF, el cuarto escalón. Un descenso en toda regla. El epílogo del partido fue agrio. Con las noticias que llegaban desde Sevilla, lo que sucedía en el césped pasó a un segundo plano y se tornó como una imagen irreal, de pesadilla. Ni siquiera el postrero gol de Luismi Redondo llevó una sonrisa a donde solo había ya gestos crispados y lágrimas.

Un día para recordar

Hubo colas desde las seis de la mañana en las taquillas para recoger entradas, corazones encogidos y preguntas evidentes que no se verbalizan por no hacerse más daño. Ser del Córdoba no es agradable. Los aficionados -el núcleo más fiel- se lo toman como una misión personal, una llamada interior que les empuja a estar al lado de los suyos pase lo que pase. Y lo que suele pasar es que coleccionan padecimientos por la contumacia de su equipo en enlazar bochornos y meteduras de pata. Pero ahí siguen. Esta vez vencieron y podrán decir que hicieron su parte del trato, cumplieron con su deber. Esta vez, sí; otras veces -muchas- no lo hicieron. De ahí que estén donde están.

Las celebraciones blanquiverdes suelen ser más de alivio que de alegría. Lo de este domingo era una lucha en toda regla por la salvación, por más que se sintiera como un ascenso. Hasta ese nivel ha llegado el hincha cordobés, que percibe como una conquista lo que no deja de ser un billete por seguir en la tercera categoría del mapa del fútbol español. Ni siquiera pudo saborear esa sensación en un campeonato horroroso: empezaron con la idea de llegar a Segunda División y la concluyen con una caída a un torneo nuevo, a una distancia abismal de la tierra prometida del profesionalismo.

Miembros de la Peña Cordobamanía antes del partido. Francisco González

No hubo once mil, como se soñó en algún momento, pero se llegó a los 800 en el último partido de la temporada. Veinticuatro citas de competición y se terminó. Un campeonato exprés al que nunca la tomó verdaderamente el pulso un Córdoba que empleó a tres entrenadores muy distintos -Sabas, Alfaro y Crespo- en ese periodo lleno de convulsión, frustraciones y peripecias de todo tipo. Hay quien le echa la culpa a la presión por las exigencias, a la losa de aquella frase que pronunció Miguel Valenzuela, el director general deportivo, a modo de estímulo. O eso pensaba el experto técnico sevillano. "El Córdoba tiene la mejor plantilla de Segunda B", dijo. En cada pifia del equipo salió a relucir aquel comentario. Y fueron muchas veces.

"Me da pena desear el mal ajeno, es muy triste haber llegado a esto para tener que salvarnos", expresaba un aficionado desde la grada en los micrófonos de Onda Mezquita. "Es un sufrimiento, pero hay que estar aquí. Perder esta categoría sería horrible para la ciudad", apostillaba otro.

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Aficionados asistentes al encuentro Córdoba CF-Cádiz B Francisco González

La mañana del domingo tuvo sus habituales momentos para la punzada al corazón blanquiverde. Gol tempranero del Sevilla a la Balona, un penalti fallado por De las Cuevas... Los planes en continua revisión y las sensaciones contrapuestas: esperanza y fatalismo, un cóctel especialidad de la casa. En el intermedio, el Córdoba estaba a un gol de meterse en la Primera RFEF. A un gol ajeno, claro. Quien tenía que marcar era la Balona en Sevilla. No lo hizo y todo se terminó. Cayó el primero del filial nervionente, luego el segundo y después el tercero. El globo de la ilusión estalló.

Los que fueron al estadio presenciaron una victoria de su equipo ante el filial del Cádiz (2-1), pero se marcharon abatidos porque el Sevilla Atlético venció a la Balompédica Linense (3-1). La Liga ha terminado. A saber qué será lo próximo que contemplen en El Arcángel cuando vuelva el fútbol. La mayoría de los futbolistas pidieron perdón desde el mismo campo y se dirigieron a la zona donde se encontraban los seguidores. El capitán, Javi Flores, dialogó con ellos. Hundidos y enojados, ni siquiera alcanzaban a pensar en lo que puede suponer este episodio para el fútbol en Córdoba.

Los jugadores hablan con los aficionados al final del partido y tras consumar el descenso. Francisco González