La imagen del Córdoba de Primera lleva congelada 42 años. En blanco y negro y sólo en papel. En todo el tiempo transcurrido desde 1972, desde la última vez que el equipo estuvo en la élite del fútbol español, hemos vivido el nacimiento de la fotografía en color, de la tele en color, del vídeo, el DVD, Internet, los móviles... Pero el Córdoba de Primera ha permanecido impreso todo este tiempo en blanco y negro.

42 años es media vida en la vida de una persona. Por tanto, todos aquellos cordobesistas nacidos después de 1965 saben solo de oídas que hubo un tiempo en el que el Córdoba fue grande. A esos cordobesistas les han tenido que contar el inolvidable ascenso logrado en el estadio Colombino de Huelva en 1962 --sólo ocho años después del nacimiento del club, un récord en el fútbol español, el Córdoba era por primera vez de Primera--, o la mejor clasificación de la historia en la temporada 1964-65 --quinto puesto, por delante del Barça, en una categoría con 16 equipos--, o la vuelta a la élite en 1971 para estar sólo una temporada, pero para poder presumir del gol de Fermín que le costó aquella Liga al Barcelona y de que en aquel equipo jugó Vicente del Bosque, el hombre que como entrenador llevaría a España a la consecución del Mundial de fútbol 38 años después.

En las últimas cuatro décadas, el cordobesismo disfrutó poco. Fueron años de mucha vulgaridad. Segunda, mucha Segunda B y hasta un año en Tercera. Tres ascensos a Segunda (80/81, 98/99 y 05/06) y uno a Segunda B (84/85) son los hitos de una época frustrante, con una monotonía desalentedora, por momentos, que acabó generando conformismo, hasta el punto de festejar salvaciones in extremis y considerar un imposible el acceso a la élite del fútbol español. Porque hubo propósitos de aspirar a lo de más arriba, pero siempre acabaron en frustración.

En este tiempo, fundamentalmente desde mediados de la década de los noventa del pasado siglo, al calor del entusiasmo de episodios épicos como el de Cartagena en el 99 o el de El Alcoraz en el 2006, se ha generado un rejuvenecimiento del cordobesismo fiel. Los jóvenes se han enganchado al equipo. No es una sensación, es una certeza que el cordobesismo militante es mayoritariamente joven. Es el cordobesismo nieto de aquel que disfrutó los años del equipo en Primera, que lo sabe porque se lo han contado. Pues ya se acabó la historia de las historias. Ese cordobesismo y el que nació después de 1965 verá y vivirá, por fin, la Primera desde el próximo mes de agosto.

Ahora toca afrontar un nuevo desafío. Es un reto colosal: la vuelta del Córdoba a la mejor liga del mundo no debe ser un paso fugaz, hay que consolidar al equipo en la categoría. Además del interés deportivo está el socioeconómico. Es un desafío de club, de ciudad y de provincia, en el que han de aportar las instituciones, las empresas y la sociedad. Todos hacen falta, nadie sobra. Sí, somos de Primera. Sí, hemos vuelto... pero tiene que ser para quedarnos.