Opinión | Entre líneas

La diferencia entre fiesta y ‘fiestorro’

Ojalá la fórmula que sustituya a la Cata del Vino dispare las ventas del Montilla-Moriles, pero inquieta pensar que se pierda la demanda local

La Unesco no define explícitamente lo que es una «fiesta», pero uno de los muchos preceptos que utiliza para determinar cuándo un fenómeno social y cultural es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es que sirva para «crear comunidad», refuerce la identidad, los vínculos, las relaciones y el sentimiento de orgullo común y de pertenencia a un amplio grupo local. Si se aplica esta definición, verán que Los Patios sí que son una «fiesta», mientras que Las Cruces y la Feria van camino de quedarse en un ‘fiestorro’, que para un diccionario de términos coloquiales se trata de una «celebración con poco estilo, pretenciosa o descontrolada». Digo todo esto porque se ha hablado mucho, y se seguirá haciendo, de que este año no se celebre la Cata del Vino Montilla-Moriles, una feria comercial monográfica a la que se podía calificar desde sus primeras ediciones de fiesta popular, porque alrededor de ese producto de la tierra se hacía «comunidad», se reforzaban vínculos, se autoafirmaba la identidad cordobesa y, en cierta forma, unos valores... Un patrimonio local que reivindicaba algo tan universal como es la cultura del vino.

El caso es que muchos no han comprendido que tras cuatro décadas con el ciclo consolidado y el «exitazo» (decía la organización) de la edición del año pasado, en este 2024, y a dos semanas vista, se renunciara a celebrar el evento. Algo no cuadra. Y también preocupa. Cuando se conduce, tan peligroso es pasar de cero a cien en un golpe de acelerador como frenar en seco y dar un giro si el coche va lanzado.

No sé cómo será el sistema comercial que sustituya a la antigua Cata del Vino y ojalá encuentren los bodegueros y el CRDO una fórmula que permita vender a precio de oro (que se lo merece) en el mercado nacional y en el extranjero toda la cosecha incluso antes de cada vendimia, obligando a replantar las miles de hectáreas de cepas arrancadas en las últimas décadas. Pero me temo que sin un reclamo popular para que el mercado local, y sobre todo la juventud, haga suyo el ‘Montilla-Moriles’, como mínimo en los propios municipios del marco, este producto, su cultura y su legado quedarán sin referentes inmediatos. Si es que no desaparece en una generación.

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