Recuerdo a Ladis, el gran reportero gráfico de Córdoba, porque su nombre forma parte de mis primeros pasos periodísticos, casi desde la época del Seminario, cuando me preparaba para sacerdote en el viejo caserón de San Pelagio. Los seminaristas de aquellos años, en los inicios de la década de los 60, admirábamos a los periodistas y nos sabíamos de memoria sus nombres: Francisco Navarro Calabuig, Leafar, Zitro, Urrutia, José del Río, Aurelio Grondona, Ricardo, reportero gráfico del diario CÓRDOBA, y Ladis, reportero gráfico de la Hoja del Lunes.Desde el primer momento, tomé confianza con Ladis, por su capacidad para sintonizar con todo el mundo.

Ladis saludaba y acogía, tendía la mano y abría de par en par su corazón a la gente. Ladis esbozaba en sus saludos, como pórtico de su acogida una sonrisa que inspiraba confianza. Glosar su vida en unas líneas no es tarea fácil. Tampoco se trata de eso en este artículo. Pero con motivo del centenario de su nacimiento, sí que me gustaría esbozar algunas de las pinceladas más importantes de su persona.

Primero, Ladis era, ante todo y sobre todo, un gran reportero gráfico, con alma de periodista. Intuía la noticia, la vislumbraba de lejos e inmediatamente se acercaba para grabarla en su cámara. Esa intuición periodística era una de sus grandes cualidades.

No se trata solo de «tomar una fotografía», sino de algo mucho más importante: se trataba de captar una noticia. Buscaba el mejor ángulo, se fijaba en el perfil más adecuado de la escena e inmediatamente disparaba en el instante preciso, convirtiendo su cámara fotográfica en testigo vivo de aquellas realidades que tanto tenían de oficialidad, pero en las que la cámara de Ladis descubría el detalle humano que, a fin de cuentas, era el más interesante.

Segundo, Ladis era un gran profesional como periodista gráfico. No fallaba nunca. Su puntualidad, su saber estar, su «no estorbar nunca, ni interrumpir, ni distraer», eran cualidades que el buen reportero cuidaba de observar y tener en cuenta. Ladis no era un hombre que «iba a lo suyo». Sabía que, a su lado, otros compañeros realizaban también su labor.

Tercero, Ladis brillaba entre nosotros, los informadores de aquella hora, por su compañerismo, por su constante servicialidad, por su sentido de la realidad y de los problemas que pudieran surgir en el momento más inesperado. Las cámaras fotográficas, el revelado de las fotos, las circunstancias políticas y sociales de aquellos, hacían muy difícil la labor de un reportero gráfico que, por una parte, no podía molestar y, por otra parte, tenía que cumplir con su obligación, de captar las mejores instantáneas.

Cuarto, Ladis era un hombre cordial, amable y con un espíritu de servicio que brindaba en todos los momentos de su trabajo. Y además de excelente compañero, se comportaba como un gran amigo. Daba gusto escucharle, con su sentido del humor, con su «aire de buena gente», con su capacidad para un trabajo muy difícil como el de estar siempre atento a la noticia.

Quinto, Ladis prestó a Córdoba un gran servicio como testigo de la realidad de aquellos años, que supo captar en imágenes impresionantes y en fotos que forman parte de la historia de nuestra ciudad. Su archivo forma parte del patrimonio histórico-artístico de Córdoba. Fue un gran profesional, un gran compañero, un buen amigo.

Por último, quisiera subrayar cómo supo pasar la antorcha de su profesión a su hijo y querido compañero Ladis-hijo. Así empezó firmando sus primeras fotos en el periódico. En el recuerdo de los que iniciábamos nuestro quehacer periodístico en la década de los 60 y 70, quedará siempre la silueta de Ladis, el gran reportero cordobés, que engrandeció nuestra ciudad y la enriqueció con sus espléndidas fotografías.

*Artículo escrito para el libro Un momento por favor, conmemorativo del centenario de Ladis, que se presenta mañana lunes a las 20.30 en la Diputación.