Las obras del centro de recepción de visitantes echaron a andar cuando la restauración de la Puerta del Puente estaba casi acabada, la de La Calahorra daba sus primeros pasos y la reforma del Puente Romano afrontaba la recta final. Los dos edificios que conforman el proyecto se levantaron en un solar municipal existente delante de la Mezquita que fue cedido por el Ayuntamiento para tal fin. Con la firma de un convenio entre la Junta, la administración que ha llevado a cabo las obras, y el Ayuntamiento, quien lo gestionará, se pone fin a un largo proceso que aún debe culminarse. En concreto, el Consistorio cuenta ahora con seis meses para equipar y poner en funcionamiento este proyecto. Ya está trabajando en el concurso para adjudicar el bar, la tienda y el punto de información que, finalmente, serán explotados por la empresa privada que mejor oferta presente. Será la segunda vez que se saque a concurso la explotación del bar y de la tienda (la primera vez fue antes de las elecciones municipales del 2011). Las negociaciones entre las dos administraciones afectadas han sido largas y en algunos momentos delicadas, sobre todo, por las mejoras en cuestiones de accesibilidad que había que introducir y por la gestión. Finalmente, parece que la reapertura de la Ribera, que tuvo ayer su colofón institucional, ha desbloqueado esas negociaciones.

El edificio de visitantes refleja la síntesis entre la arquitectura nueva y la tradicional. Sus muros se alzan en una parcela ocupada por la posada de Vallina, un edificio del siglo XVI derribado a mediados del siglo pasado. Durante mucho tiempo fue un solar vacío. El centro de visitantes se concibió con una doble misión: ser el punto de partida del recorrido por la ciudad histórica, una especie de recibidor en el que se atiende a los turistas; y la sede del Consorcio de Turismo. Era el proyecto más delicado de todos y se iba a mirar con lupa. El arquitecto Juan Cuenca tenía una advertencia del órgano asesor de la Unesco, el Icomos, que en el informe que realizó sobre el Puente Romano pidió que el centro fuese acorde con los bienes patrimoniales que lo rodean. En este sentido, la Junta estaba tranquila y convencida de que el proyecto era riguroso y no rompía con la imagen del entorno. El proyecto contemplaba un cuerpo anterior, pegado a La Ribera, para albergar una sala de actos y proyecciones con capacidad para 150 personas y una terraza mirador; y otro posterior, más próximo a la Mezquita, con una zona de información, cafetería, tienda y sala de exposiciones. Este último, bajo rasante, lleva aseos, dependencias y un espacio en el que se integran los muros del edificio del siglo VI hallado en la excavación. En ese edificio posterior tiene un importante espacio el Consorcio de Turismo. Entre los dos cuerpos nace una calle peatonal que enlaza el entorno de la Puerta del Puente con la vía de nueva apertura habilitada entre Corregidor Luis de la Cerda y el Paseo de la Ribera.

Ambos cuerpos difieren por la altura. El más pegado a la Mezquita es más alto y sella la medianería existente ante el muro de la Quibla. Mide 10,96 metros, lo mismo que los edificios colindantes. El anterior, que es el más cercano a La Ribera, es de porte similar a la plaza del Triunfo. Tiene como peculiaridad que se apoya en la muralla romana y es como un cofre que en su interior guarda un tesoro del siglo VI, una alberca que ha sido restaurada. La cubierta de su sala de actos es un mirador. La idea era convertir el centro en el puente entre pasado y presente, en el enlace, en la continuidad entre la arquitectura de siempre y en la nueva. La obra partía con un presupuesto de 4,7 millones y con un plazo de ejecución de 24 meses que empezó a contar en febrero del 2007. Los trabajos se prolongaron y se encareció el proyecto hasta los 6,7 millones. En otoño del 2008 ya se trabajaba en la transformación del proyecto y en febrero del 2011, el centro estaba casi terminado, e incluso fue visitado en junio de ese año por el jurado de la Capitalidad Cultural. Ahora Córdoba espera que abra sus puertas.