Los cinco galeones que hace casi 500 años salieron de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) para realizar la mayor hazaña náutica de la historia, la primera vuelta al mundo, iban cargados de 353 barriles y 417 botas de vino de Jerez, que ayudó a sobrellevar las mil penurias a las que esta expedición se enfrentó. Con este histórico viaje, se puede afirmar que los vinos del Marco de Jerez fueron los primeros en dar la vuelta a la Tierra, acompañando a la primera circunnavegación que, al mando primero de Fernando de Magallanes y, tras la muerte de este, de Juan Sebastián Elcano, completó esta epopeya marítima.

Cuando se va a cumplir en el 2019 el V Centenario de esta epopeya, Sanlúcar de Barrameda, la localidad gaditana de la que partió esta expedición el 20 de septiembre de 1519 y a la que retornó tres años después, se ha propuesto recuperar la memoria de aquella gesta.

El empeño se dirige también a recordar que la expedición contó con el aliento de los vinos del Marco de Jerez, como han contado el ++++escritor y capitán de navío de la Armada, Luis Mollá, en el Consejo Regulador de Jerez, y el experto en Historia de la iconografía y la estética del vino y la manzanilla, Rafael Montaño, dentro de ciclo Encuentros con el V Centenario, que organiza el Ayuntamiento de Sanlúcar.

La presencia del vino en las bodegas de estos cinco navíos no fue una gentileza de los organizadores de esta expedición financiada por la corona española y que, más que completar la primera vuelta al globo, iba en busca de las especias de Oriente.

Fue, según recuerda Luis Mollá, una obligación, porque en el «convenio colectivo» de los marineros de la época estaba bien claro que estos, «para soportar la dura vida a bordo», tenían derecho a «media azumbre diaria» de vino (un litro), que debían tomar repartidos en «cuatro de cuartillos» a lo largo del día, no de golpe. De lo reglado que estaba este punto da idea que cuando el almirante británico Nelson murió en la batalla de Trafalgar y se decidió que se trasladarían sus restos a Londres dentro de un barril de brandy para que se conservara, hubo que pedir permiso a los marineros.

Lo que este derecho de los marineros supuso en la expedición que emprendió Magallanes está detalladamente recogido en el «libro de bastimentos», un códice de 194 páginas que Mollá ha consultado en el Archivo General de Indias de Sevilla y en el que quedó constancia de todo lo que partió en ella.

En ese acta se recoge que en aquellos cinco navíos que partieron de Sanlúcar, había más barriles de vino que marineros.La expedición partió de la costa gaditana con 234 marineros, a los que se sumaron 30 que fueron contratados en su primera parada en Tenerife, y 353 botas de vino (barriles) y 417 odres (botas). Todo este vino tuvo un costo de medio millón de maravedíes.

De la expedición sólo regresó a Sanlúcar en 1522, tres años después de su partida, un barco cargado con sesenta toneladas de clavo y 18 supervivientes.