El ganado: toros de Núñez del Cuvillo, de bella, seria e impecable presentación.

Rivera Ordóñez: estocada trasera desprendida (silencio); estocada trasera (silencio).

José María Manzanares: estocada corta y cinco descabellos (ovación tras aviso); tres pinchazos y estocada baja (vuelta al ruedo tras aviso).

David Galván: pinchazo y estocada trasera (silencio tras aviso); pinchazo y pinchazo hondo (vuelta al ruedo tras leve petición y aviso).

La plaza: lleno en el duodécimo festejo de la feria de Abril.

Después de más de tres siglos de selección, algunos ganaderos han conseguido de ciertos toros la embestida perfecta, como la que sacó hoy Encumbrado , un precioso ejemplar de Núñez del Cuvillo que tuvo todo lo que un torero necesita para hacer una gran obra. Alegre y pronto en cada cite, descolgados el cuello y los pitones con entrega en cada arrancada para seguir la muleta con repetición, ritmo y profundidad, y con una embestida larga y de amplia trayectoria, se comportó tal vez mejor que Arrojado , el toro de la misma divisa que hace cuatro años indultó el propio Manzanares también en este escenario.

Después de cada una de las ya habituales y largas pausas de Manzanares entre tanda y tanda, el entregado público de la Maestranza paladeó las delicatessen del alicantino, pero en realidad no se saciaron con su toreo porque en la faena se echó en falta más pasión y "hambre" para apurar al toro con la correspondiente profundidad.

Aun así, de no necesitar el torero de un pinchazo, cobrado en los mismos medios, y de cinco descabellos, el encuentro entre Encumbrado " y Manzanares se hubiera premiado, tal vez con creces, aunque probablemente por debajo de lo que el animal ofreció en bandeja.

Esta vez, también entre largas pausas que dejaban oír las recreadas notas de Suspiros de España , el de Alicante se ajustó más en los pases, aunque las series, de penas de tres y hasta de dos muletazos ligados a buenos remates, no tuvieran intensidad.

Una voltereta, en un descuido del matador, puso también la nota emotiva del momento, antes de que llegara la postrera y más ligada serie de derechazos para avalar un trofeo que Manzanares perdió con dos pinchazos en la suerte de recibir. De haber roto la feria, se tuvo que conformar con una clamorosa pero solitaria vuelta al ruedo.

Rivera Ordóñez, que volvía a Sevilla después de veinte años y un día de alternativa, se perdió en una sucesión de pases vulgares y de escaso compromiso ante un lote también de claro triunfo, por mucho que castigara excesivamente en varas a su primero.

También tuvo posibilidades un tercer toro con el que David Galván no llegó a acoplarse. En cambio, con el sexto, que fue el de menos raza y fondo, el joven espada gaditano fue poniendo un creciente empeño hasta ser aparatosamente prendido.

El arrimón final, con el torero crecido y dejándose acariciar los bordados por los pitones, impresionó también al tendido, que incluso pidió el trofeo a pesar de no matar con acierto.