El papa Francisco llegó ayer al Coliseo de Roma para presidir el tradicional Via Crucis de Viernes Santo, que este año estuvo protagonizado por enfermos, varias familias y personas procedentes de zonas de conflicto. El pontífice asistió desde la próxima colina del Palatino al recorrido de la cruz, que fue transportada por varias personas desde el anfiteatro Flavio, el Coliseo.

La cruz se detuvo en catorce estaciones y su curso estuvo acompañado por catorce meditaciones cuya redacción este año ha sido encargada al obispo emérito de Novara (norte de Italia), Renato Corti. Corti abordó temas cotidianos como el sufrimiento, la pobreza o la enfermedad.

La Santa Sede informó de que, en esta ocasión, las meditaciones estarán centradas en el "don de ser custodiados por el amor de Dios" y, en particular, en la misión del hombre de "ser custodio de la creación, de cada persona, especialmente de las más pobres, de nosotros mismos y de nuestras familias". En la primera y la última estación la cruz fue portada por el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, mientras que durante el resto de pasajes fue llevada por representantes de la familia, la enfermedad o el conflicto. El Viernes Santo es el segundo día del Triduo Pascual y recuerda la Pasión de Cristo y su calvario hasta ser crucificado. El rito del Vía Crucis fue instaurado en 1741 por Benedicto XIV.