La única vez que vi actuar en directo a Nico (Colonia, 1938 - Ibiza, 1988) fue en el Canet Rock del 78, donde su presencia no fue muy bien acogida por el sector más garrulo de mi generación. Mientras la pobre interpretaba sus deprimentes salmodias con la ayuda de un armonio, su instrumento preferido, se incrementaban los abucheos y un Einstein situado a mi izquierda le gritaba: «¡Queremos música de jaleo!». Cuando ya no pudo más, Nico abandonó el escenario llorando y, supongo, con unos deseos muy comprensibles de meterse un pico de heroína, sustancia a la que estuvo enganchada prácticamente hasta el final de sus días.

Me vinieron estas imágenes a la cabeza viendo Nico, 1988, que se acaba de estrenar en un par de cines de Barcelona, un largometraje de la italiana Susanna Nichiarelli que recoge los dos últimos y desastrosos años de la antigua musa de Andy Warhol, que fue quien la metió en The Velvet Underground por su gélida belleza enriquecida con un poco de angst germánico. Aunque es un filme conmovedor, dudo que Nico, 1988 dure más de una o dos semanas en la cartelera: contiene demasiada sordidez como para que el público, dando por supuesto que sepa quién era, pase por taquilla.

De hecho, toda la vida de Nico -seudónimo que le puso el fotógrafo Herbert Tobias a la señorita Christa Päffgen- fue un homenaje a la infelicidad. Su padre murió en la guerra, según la versión que ella daba, o en un manicomio tras los daños cerebrales sufridos en combate, según otras. Pasó su infancia en el Berlín derruido de la posguerra y a los 15 años fue violada por un sargento de las tropas norteamericanas. Vino luego una carrera de modelo, actriz y cantante sobre la que se hartó de ser entrevistada cuando intentaba seguir su propia carrera musical. «Solo canté tres canciones con los Velvets», dice en la película. Tuvo un hijo con Alain Delon que éste nunca reconoció.

La actriz y cantante danesa Trine Dyrholm -se la ha podido ver en la serie The legacy- está magnífica en el papel, pese al escaso parecido físico, y resume a la perfección la vida de Nico con esta frase lapidaria: «He estado en lo más alto y en lo más bajo, y en ambos lugares no hay nada».

* Periodista