Con mucho retraso --debido a la larga interinidad política que se arrastró durante casi todo el 2016-- respecto a lo que establecen los usos parlamentarios, y cuando ha pasado ya una cuarta parte del año, el Gobierno presentó ayer el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el 2017. Este desfase encierra algunas de las claves de las cuentas públicas que anuncia el Ejecutivo, porque el trimestre transcurrido le ha permitido afianzar los datos positivos que asoman en la economía española, que otorgan a Mariano Rajoy mayor credibilidad ante Bruselas respecto al objetivo nuclear de la Unión Europea desde que se inició la crisis, hace casi una década: la reducción del déficit público. No era misión imposible alcanzar el 4,3% después de que Europa subiera hasta el 4,6% el límite que inicialmente había fijado en el 2,8%.

El Gobierno no falta a la verdad cuando dice que en los Presupuestos no se contemplan nuevos recortes, pero se mantienen importantes ajustes para cumplir el objetivo de déficit, que este año es del 3,1%. Pueden ser consideradas unas cuentas del final del largo ciclo negativo que ha asolado a España, pero no las cuentas de la recuperación, porque no contienen ninguna política expansiva, habitual --aquí y en otros países de Europa-- en las épocas anteriores a la deificación de la austeridad.

Con todo, es digno de mención que el Gobierno prevea una oferta de empleo público de 67.000 plazas para este año y otras 250.000 de conversión de interinos a fijos en tres años. Además, De Guindos estimó que se crearán 506.00 nuevos empleos. También es positivo que el reparto del déficit no castigue a las autonomías tanto como en años precedentes, al incluir un incremento de fondos cercano a los 5.000 millones de euros. Sin embargo, desde la Junta de Andalucía ya se han calificado los PGE de «decepcionantes», pues no dejan entrever ningún «guiño» hacia Andalucía ni ayuda «hacia nuestra tierra».

Por otra parte, los Presupuestos no incluyen medidas de alcance en orden a vigorizar la Seguridad Social y asegurar el sistema público de pensiones. En cuanto a la rebaja del IVA cultural, es más simbólica que efectiva, por cuanto no alcanza al sector más dinámico, el del cine, que seguirá pagando el 21% frente al 10% de, por ejemplo, los toros. Quizá una muestra más de que el proyecto de ley ya prefigura los pactos políticos necesarios para su aprobación en el Congreso; además de Ciudadanos, es muy probable que el PNV dé su apoyo a cambio de contrapartidas. La estrategia del peix al cove (pájaro en mano, la la forma en la que el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, se refería a su método para conseguir más competencias autonómicas, y que consistía en apoyar al Gobierno central de turno), antes característica del nacionalismo catalán, la encarna hoy el vasco. Los tiempos han cambiado.