No ha sido esta una buena semana para la igualdad. Una encuesta del CIS y la Secretaría de Estado de Igualdad arroja unos resultados muy preocupantes: el 33% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años considera "aceptables" actitudes como impedir a la pareja que vea a su familia o amigos, no permitirle que trabaje o estudie, o vigilar sus horarios. No ven en ello signos de violencia, ni de maltrato.

Después de tanta lucha por la igualdad, de tanta campaña, de la coeducación y la conciliación laboral y todas esas palabras bonitas, resulta que muchos jóvenes de hoy (no todos, seamos justos) son más machistas que sus padres. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿O es que acaso la tan pregonada igualdad está todavía muy lejos de la mayoría de los hogares españoles?

Y si en el terreno social las cosas van regular, en cuestiones políticas tampoco es para tirar cohetes. La victoria del partido de izquierdas Syriza en las elecciones griegas parece abrir un camino de esperanza para los más desfavorecidos de esta Europa nuestra. Sin embargo, dos de las primeras decisiones del partido de Alexis Tsipras han dejado boquiabiertos a muchos ciudadanos. Por un lado, empieza pactando con un partido de derecha nacionalista y por otro elige a un gobierno en el que no hay ni una sola mujer. Muy poco ilustrativo de los principios de justicia social que dice defender. Está claro que en todas partes cuecen habas, pero esas dos noticias me hacen pensar que aún tenemos mucha tarea por delante para que la igualdad sea real y efectiva. Aquí y en Grecia.