Otra primavera, y la misma luz, los mismos sentimientos, la vida siempre. Se hacen azules los paisajes. Las semillas, que en otoño se perdían bajo tierra, ahora son flores por las márgenes de los caminos, por los parques, en los campos. Los arroyos murmuran su alegría de aguas renovadas. Las colmenas se doran con su miel. ¿De qué fondos misteriosos vienen más rosas, más jazmines, más geranios? Palpita de azahar el viento, vuela, juega, se hace brisa. Florecen los manzanos, los cerezos, los ciruelos. Han regresado un año más las golondrinas; abren el amanecer; las tardes ya no se van solas. La vida nunca muere. ¿Y nosotros? ¿Por qué no nos damos la oportunidad de amar y ser amados? ¿Por qué no superamos el invierno de la culpa, los miedos y la soledad? ¿Por qué no abandonamos ese frío que nos envejece? ¿Oiremos pasar la fiesta de la vida desde el cuarto oscuro donde la noche no termina nunca? ¿Por qué nos empeñamos en volver a la tristeza si fuimos redimidos de su cárcel? ¿Por qué extendemos y extendemos la desolación que nos dejaron otros? Podemos entrar en nuestras almas con un abrazo para nunca más perder el corazón. ¿Por qué agriamos las palabras que endulzan nuestros labios? ¡Tantos besos perdidos! ¡Tantos silencios como nieve! ¡Tanto temblor de hielo! ¿Por qué dejamos aisladas nuestras manos? ¡Tantas caricias olvidadas! ¡Tanta ternura muerta de abandono! ¡Tantos muros en el pecho, y ahogo tras ahogo! ¿Por qué nos empeñamos en sufrir lo que nos daña? Y aferrarnos y aferrarnos a la infelicidad. ¿Ya no nos queda nada de cuando fuimos niños? ¿Perdimos la inocencia de creer en la esperanza? ¿Por qué queremos negar los mundos que soñamos? ¡Tanta belleza apagada en nuestros ojos como estatuas! ¡Tantas fuentes cegadas en su dicha! ¿Por qué no regresamos a la verdad que somos? Resurrección, Dios nos la regala; no traicionar la plenitud, crecer, dar flores, frutos, más semillas; no romper en nosotros el hilo de la vida; ser humanos. Cada instante es una invitación a ser felices, a prolongar la dicha más allá, siempre más allá. Ningún dolor justifica que no nos liberemos. Sólo fracasamos si nos anclamos al rencor de lo viejo. Y seguir, seguir siempre, siempre más allá. La meta es el camino. No inventemos la muerte. Nuestro tiempo es la eternidad.H

* Escritor