Si queremos medio entender el batiburrillo político que, desmintiendo las afirmaciones del eterno Javier Arenas, ronda la indecencia, vamos a detenernos en el análisis, lo más objetivo posible, de los porqués de cada cual, que nos han introducido en el núcleo de lo esperpéntico.

El PP, desde el primer momento, quiso repetir elecciones, pues los famosos 7 millones de votos que consiguieron en diciembre, significaban, según sus análisis, tocar fondo. Por tanto, repetir sería avanzar. Como también pensaron que la abstención les favorece --los hinchas de Tejero van a votarlos con las tripas fuera--, solo era necesario que se estrellaran sus adversarios directos. Para ello, bastaba ofrecer como un acto de sensatez la negativa a la investidura propuesta por el Rey y, sin dar un solo detalle concreto de sus intenciones, insistir en un nebuloso tripartito con unos socios a los que, para mostrar su prepotencia, denigraban diariamente. En consecuencia, obteniendo más votos que el 20-D, se sentirían legitimados para pedir que, dejándose de veleidades zurdas y absurdas, los apoyara el emergente Rivera. Pero no contaron con la negativa, cada vez más reiterada y firme, de Ciudadanos a pactar con Rajoy, Cospedal y la compaña, fomentadores de una corrupción que se ha hecho endémica. Tampoco consideraron que su soberbia caudillista --yo o el diluvio--, podía favorecer el gobierno de Podemos, si se instala como segunda fuerza, cuando en sus manos estuvo evitarlo --así como otras elecciones-- absteniéndose ante la sensata y razonable propuesta que el PSOE y C's hicieron tras muchas deliberaciones.

Podemos, también ha querido las elecciones de junio, pues piensan que con la ley D'Hont y forzando una alianza que puede acabar definitivamente con IU, sobrepasarán a sus odiados socialistas, a los que consideran la izquierda de pacotilla. Si a esto añadimos unos libidinosos deseos de poder que, según parece, gustan a sus bases más populistas, ya tenemos las razones de la actitud actual que --piensan-- desembocará en un "gobierno de progreso a la valenciana", olvidando que el progresista referéndum catalán es, de entrada, inasumible por anticonstitucional; que en Grecia, sus compañeros de la misma hornada progresista, después de una consulta popular y otras elecciones, han conseguido, además de recortes notorios, bajar un 30% las pensiones; y que en el país donde han asesorado al progresismo bolivariano, éste vive sometido a restricciones eléctricas y careciendo hasta de pasta para lavarse los dientes. Pues bien, sin caer en demagogias fáciles, Podemos puede llegar al gobierno, gracias a la proverbial insensatez conservadora. Oído al parche.

El PSOE y C's son los únicos que ha actuado con cierta cordura y responsabilidad, llevando a cabo un esfuerzo loable pero sin fruto --gracias a las acciones coincidentes de los dos extremos--, con la intención de sacar al país del atolladero, sin tener que llegar al absurdo de las elecciones que vamos a padecer y, para más inri, pagar los depauperados bolsillos de quienes no pueden tener cuentas --perfectamente legales, faltaría más-- en Panamá. Ahora bien, esa plausible acción conjunta, desacreditada por los jaleadores mediáticos del PP, puede tener distintas consecuencias en los venideros comicios, pues cada vez está más claro que Ciudadanos, comprometido solemnemente en impedir la repetición presidencial de Rajoy, va a obtener mayor número de sufragios, al rebañar todos los votos centristas que sobrenaden el hastío de la situación. Pero no se puede decir lo mismo del socialismo, el cual es posible que sufra los efectos, traducidos en comportamiento electoral, de su división interna: la de aquellos que han visto el acuerdo de Sánchez con Rivera como una "derechización" y la de quienes consideran que prescindir de Rajoy es el deseo primordial, vivísimo --esa es la única lectura correcta que se puede hacer de los resultados que hubo y habrá--, de muchos millones de españoles que nunca votarán al peor presidente, y más incapaz, de la democracia, que está y seguirá estando --se lo dicen diariamente en la cara-- más solo que la una y más sordo que una tapia.

*Escritor