Te voy a dar donde más te duele»... Fue la última frase que tras la discusión le lanzó a ella para inmediatamente después coger en brazos a su propia hija de un año y lanzarse al vacío de un patio de hospital.

La noticia sobrecoge, escuece en el alma y nos deja atónitos. ¿ Que debe pasar por la mente de ese hombre (¿hombre?) en un momento así como para cometer tamaña barbarie? ¿Es mínimamente comprensible que este infame acto pueda ser una reacción humana? Asistimos cada vez con más frecuencia a no pocos casos reales en los que ahora el maltratador da un paso más en su execrable delito, proyectando su odio hacia sus propios hijos como la manera fulminante de zaherir y dañar en lo más profundo a la mujer/madre.

Las heridas se curan, los morados se diluyen, pero una brecha de este tipo no se cura jamás. Una de las reglas básicas de la naturaleza es que los hijos verán morir a sus padres y no al revés, porque supongo que ni las hienas están preparadas para ver morir a sus cachorros y menos que se los arrebaten tan dañina y gratuitamente. Ningun dolor es comparable con el de ver morir a un hijo.

Por ello, insisto ¿Que debió pasar por su mente? Puede que tuviera una mente enferma y entonces sabe Dios, pero puede, seguramente, que no, y que únicamente pasara el afán de venganza hacia la madre, siendo capaz de vencer su odio al amor a la propia hija.

No es la primera vez que este tipo de venganza ocurre y no será la última, siendo obvio que cada vez vemos comportamientos semejantes con más frecuencia. El mundo audiovisual cibernético actual en el que todo está conectado y en el que con solo apretar una tecla accedemos a tantas ventanas, provoca continuamente la necesidad de reproducir comportamientos que vemos en estrellas de rock, en deportistas, en modelos... Pero también en asesinos. Tan frecuente es que queramos ponerle a nuestros hijos nombres impronunciables que nada tienen que ver con nosotros, como querer vestir como una bloguera de moda y, por qué no, también matar como el asesino que ocupa miles de telediarios y programas ávidos de sangre y morbo, que tantas pistas y maneras de dañar ofrecen y que tanto influyen en el espectador. Cuidado, que ya lo dijo G. Washington «El ejemplo, sea bueno o malo, tiene una poderosa influencia».

* Abogada