La situación en Cataluña, con algunos matices relevantes que la diferencian, ya la hemos vivido en España. Porque, los que ya tenemos algunos años, vivimos un desafío independentista más grave que el catalán en el independentismo vasco. Y digo más grave porque el vasco tuvo un trasfondo de violencia terrorista que hoy no se da, una historia mucho más larga, y porque teníamos instituciones democráticas mucho menos asentadas, pues estábamos iniciando la democracia y no pertenecíamos a Europa. Incluso contó con apoyo internacional, pues Francia los amparó durante años y muchos partidos socialdemócratas los justificaron. Hoy, en Cataluña, se viven manifestaciones y tomas de edificios, ataques a la Guardia Civil, pintadas y amenazas a los discrepantes, una profunda fractura social, presión mediática, escraches, etc. Algo parecido a lo que se vivió en el País Vasco durante años de una forma mucho más opresiva, pues allí, además de todo esto, había entierros cada mes, gente que iba con escolta y 150.000 que se exiliaron.

El fondo político que ha generado ambas situaciones es el mismo: la aspiración de una izquierda antisistema radical independentista, que en el País Vasco se llamó Herri Batasuna y en Cataluña se llama la CUP, en alianza circunstancial (táctica) con los partidos burgueses en el gobierno autonómico (el PNV en el País Vasco y CiU/PDCat en Cataluña), de conseguir una independencia que, para los primeros lleve a un nuevo orden social (revolucionario) y, para los segundos, suponga el mantenimiento de su hegemonía regional. Por lo demás, lo que cambian son las formas: en el País Vasco, violentas y encapuchadas; en Cataluña, insurreccionales y revolucionarias, homenaje romántico a un año 17. El problema que estamos viviendo es, si no exactamente el mismo, pues el tamaño importa, muy parecido.

Un problema que debemos tratar con la misma medicina que se trató el otro: unidad en defensa de la Constitución, aplicación del Estado de Derecho y…mesura.

Creo que acierta Rajoy cuando mantiene informados a Pedro Sánchez y a Albert Rivera de los pasos que da y en las explicaciones que dio el pasado día 20 en el Congreso. Como acierta en buscar la proporcionalidad ante los desafíos. Y, con él, aciertan Pedro Sánchez y Albert Rivera en no mostrar fisuras ante la cadena de despropósitos en Cataluña.

Creo que acierta el Gobierno cuando se ampara en la Constitución y las leyes y cuando va a remolque del Poder Judicial, pues la acción de un gobierno democrático debe ser reglada y, en el uso de la fuerza coactiva, tutelada por los jueces, precisamente para garantizar los derechos de la ciudadanía. Creo que acierta Rajoy cuando defiende el Estado de Derecho como esencia de la democracia y no presta legitimidad a las manifestaciones, sino a las instituciones. Yerran, en mi opinión, los que creen que, en democracia, las leyes no emanan de la política, como si lo legal y lo político fueran dos esferas diferentes, cuando es precisamente esa la esencia de la democracia: la política la hace la ciudadanía y la convierte en ley, según procedimientos que garantizan la igualdad.

Creo que acierta Rajoy en tratar el problema catalán dentro de nuestras fronteras. Como creo que acierta en el control de las cuentas de la Generalitat, pues su liquidez viene de la emisión de deuda soberana del Reino de España y es el conjunto de España el que garantiza las deudas de la Generalitat. Y creo que acierta con la mesura con la que está actuando.

Creo que, hoy, en el tema de Cataluña, acierta Rajoy. Lo que no quiere decir que haya acertado siempre, pues desde las formas en las que se recurrió al Constitucional en el tema del Estatut, pasando por la actuación de algunos ministros en la anterior legislatura (Fernández Díaz, Wert, Margallo), hasta la elección del candidato a la Generalitat, los errores han sido muchos. Pero el hecho es que hoy, en mi opinión al menos, acierta.

Ojalá acierte, también, en los próximos meses.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola Andalucía