Lo sabíamos pero ahora nos llega la confirmación: para lanzarse desde 39 kilómetros de altura a cuerpo gentil hay que estar tonto. Y el protagonista de la hazaña, el austríaco Felix Baumgartner, vuelve a las noticias esta vez para confirmarnos su estado mental. Siempre sospechábamos que cuando las cosas se hacen por aparecer en el libro récord de los Guiness es que las cabezas no andan demasiado bien amuebladas, llámense cadenas reivindicativas, torres de Babel del rey Nemrod o ganas de romper la barrera del sonido con la testuz. Baumgartner, así, sin necesidad, ha dicho a quien quiera escucharle que él no es partidario de la democracia, que "en una democracia no te puedes mover. Necesitaríamos una dictadura moderada donde haya un par de personas del sector privado que lo conozcan todo bien". Hombre, a este sujeto se le supone una edad y una formación, a no ser que el estampido de la barrera del sonido le afectara el córtex. Deberíamos invitarle a sobrevivir unos cuantos años en España, Grecia o Portugal, donde, desde el inicio de la burbuja hasta la fecha, el cotarro lo movían y mueven ese par, o docenas de pares, de personas que decían conocer bien el sector privado y que, en efecto, deben conocerlo muy bien porque igual arruinan bancos que dirigen organizaciones internacionales del dinero o que se integran en consejos de administración, todo sin despeinarse. Por no hablar de pasar alguna temporada en la política como el que se asoma a una ventana desde donde divisar el paisaje donde luego van a hacer negocio.

* Profesor