Hace poco, leyendo un artículo sobre Pedro Casaldáliga, obispo emérito de Sao Felix Do Araguaia (Brasil), me encontré con estas palabras sorprendentes: «A mi edad, todo cabe en una oración». Hoy, ya jubilado, contempla la vida «relativizando lo que es relativo (en mí, en la sociedad y en la Iglesia) y absolutizando lo que es absoluto (Dios y la Humanidad)». También «con un cierto humor benévolo y con una esperanza acrisolada». Porque a estas alturas, «las grandezas y las distancias se empequeñecen y todo cabe en una oración», confiesa. Eso sí, echa la vista atrás, hacia el camino recorrido, «con arrepentimiento por ciertos disparates cometidos y por ciertas infidelidades», y mira a «ese querido planeta de los hijos e hijas de Dios con una apesadumbrada ternura por todo lo que hay de sufrimiento y de búsqueda, a veces enloquecida».

Su frágil salud apenas le permite ya salir de Sao Félix: «Dejé de ser el andariego de kilómetros y más kilómetros en autocar por esas carreteras infinitas», asegura. Ahora, emplea sus días «viviendo», es decir, «conviviendo, que no es poco». Y añade: «Rezo, duermo, leo, escribo, como, respondo cartas, atiendo visitas. Y espero».

Mientras tanto, sin embargo, este prelado menudo y peleón sigue muy pendiente de todo lo que sucede a su alrededor. «Lamento que no haya más apertura, más capacidad de diálogo, pluralismo, que nos aferremos arcaicamente a ciertos pasados; que, como Iglesia, no seamos más esperanzadores, más creativos, menos autoritarios…».

¿En que consistirá ese «humor benévolo» del que nos habla en su artículo el famoso prelado? En el contexto de sus palabras, debe referirse, sin duda, a esa forma de contemplar la vida, descubriendo sus trampas, sus sombras, su zancadillas. Tomarse en serio aquello que no tiene más importancia y no pasa de ser algo anecdótico, puede enseñarnos mucho. ¡Cuántas discusiones y hasta enfrentamientos para no llegar a ninguna conclusión! .

* Sacerdote y periodista