Para ganar unas elecciones se necesitan, en mi opinión, cuatro elementos esenciales: «marca», estructura, programa y líderes.

Tener marca electoral significa que la ciudadanía asigna a unas siglas, a un logo, un conjunto de características ideológicas. Es decir, tener marca implica que las siglas sean conocidas y que la gente les asigne determinados atributos: derecha o izquierda, conservador o progresista, independentista o autonomista, etc. Tener marca implica tener, a priori, un público proclive claro, así como un público contrario también claro. Tener marca significa tener historia y haberla relatado, pues la marca se va haciendo a partir de una comunicación continua y orientada. Tener una marca limpia o poco dañada es una importante baza para ganar unas elecciones. Por el contrario, cuando una marca electoral está dañada, lo mejor es cambiarla.

El segundo elemento para ganar unas elecciones es tener estructura con implantación en todo el territorio nacional o, al menos, en una parte importante del mismo. Estructura significa tener militantes o afiliados, personas de referencia en las sociedades locales, gente que trasmita opiniones hacia arriba y hacia abajo y organice encuentros, redes y contactos. Sin estructura no existe el partido y sin ella no es posible llegar a la ciudadanía. La fortaleza de los partidos tradicionales en España, más incluso que su marca (relativamente dañada por la corrupción), es precisamente su estructura: los miles de militantes organizados que tienen el PP y el PSOE le dan una clara ventaja frente a Ciudadanos y Podemos.

El programa es, frente a lo que la gente cree, algo secundario en unas elecciones y va perdiendo importancia. Una buena marca y una buena estructura puede llegar a «vender» un programa regular, y, de la misma forma, un buen programa, sin marca y sin estructura puede no tener ningún éxito. Más aún, en estos tiempos de tuits y “post-verdad”, no es necesario ni siquiera tener un programa en el sentido clásico del término, pues basta con un par de «ideas-fuerza», especialmente, contra alguien o algo (como el de Syriza en Grecia contra el rescate o el de Trump contra los inmigrantes), para poderse presentar a unas elecciones e incluso ganarlas.

Lo que sí es crítico para ganar unas elecciones es tener un líder. Es decir, una persona que encarne la marca, que alinee la estructura, que comunique el programa. Sin un líder, sea del tipo que sea, es imposible ganar unas elecciones. Más aún, un líder lo suficientemente fuerte es capaz de superar incluso las carencias de marca, de estructura y de programa y llegar a ganar unas elecciones. La inversa es también cierta: una marca, una estructura y un programa pueden engrandecer a un líder mediocre y hacerle ganar unas elecciones.

Marca, estructura, programa y liderazgo son elementos necesarios y, todos juntos, suficientes para tener opciones en unas elecciones. Pero mientras que la marca y la estructura son cuestión de tiempo y de recursos, de estrategia comunicativa y de capacidad organizativa, los programas y los líderes son cuestión de oportunidad. Por eso es tan importante acertar con ellos, con los programas, pero, sobre todo, con los líderes.

En poner a punto estos elementos es en lo que están realmente los partidos en España en estos meses. Todos los partidos están haciendo una cuidadosa campaña de márketing (unos para limpiar su imagen, otros para afianzarla), todos ellos están intentando afianzar sus estructuras (de ahí sus congresos nacionales, regionales y provinciales), algunos de ellos ya están perfilando los próximos programas electorales y algunos están buscando líder.

De que acierten en poner a punto estos elementos es de lo que van a depender los resultados electorales de cada una de las formaciones en los próximos años, pues, una vez superada la sorpresa que supuso la irrupción de los nuevos partidos y conocida la orientación de cada uno, la política española puede volver a sendas de previsibilidad a poco que el PSOE vote estabilidad. En caso contrario, podemos volver a tiempos revueltos que en nada favorecen a la ciudadanía.

* Profesor de Política Económica.

Universidad Loyola Andalucía