Las previsiones de las encuestas eran: PP, 120 diputados; PSOE, 80; Ciudadanos, 64; Podemos, 56. Los dos cifras mágicas: 176 y 210. La primera es el número de congresistas necesarios para alcanzar mayoría absoluta. La segunda es la que permite iniciar los procesos de reforma constitucional que están previstos realizar durante esta legislatura.

Finalmente la ecuación de gobierno va a estar determinada por el siguiente reparto: PP 123; PSOE, 90; Podemos, 69; Ciudadanos, 40. Para alcanzar la estabilidad en el gobierno sería necesario establecer una coalición paradójica de líderes y partidos que se han dicho de todo durante la campaña electoral. Pero en política nada es imposible con un poco de finezza en la negociación y, sobre todo, capacidad para poner el interés general por encima de los objetivos particulares.

De los cuatros grandes partidos únicamente Podemos es el que ha declarado su voluntad rupturista con la tradición democrática que arranca de la Transición. El resto se han declarado orgullosos del gran pacto que alcanzaron entonces Adolfo Suárez, Felipe González y Manuel Fraga. Por ello, y a la vista de los desafíos separatistas, la modernización de las instituciones y la limpieza del establo de Augías en el que se ha convertido la trastienda del PP y el PSOE, entre Gürteles y EREs, es necesario, ética y políticamente, que durante esta legislatura se haga una profunda catarsis de los dos partidos fundamentales de nuestro sistema político. Una catarsis en la que Ciudadanos debe jugar un papel de conciliación política y consultoría profesional entre los dos partidos fundamentales en nuestra democracia: PP y PSOE.

Ha llegado la hora de la verdad. Del patriotismo bien entendido. De los pactos nacionales. De las retiradas de los dinosaurios y la generosidad de los emergentes. Del mismo modo que en Israel el Likud de Ariel Sharon y el Partido Laborista de Simon Peres (2004), en Alemania Angela Merkel y Gerhard Schröder (2005) y en Gran Bretaña el conservador David Cameron y el liberal Nick Clegg (2010) llegaron a acuerdos de gobierno para resolver desde una perspectiva transpartidista cuestiones que por su importancia y relevancia deberían estar más allá de la agenda política partidista, en España Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera tendrán que comportarse como estadistas, aparcando diferencias, olvidando ofensas y planificando un programa electoral como si el hecho de ser español fuese, por una vez y sin que sirva de precedente, más importante que ser conservador, socialista o liberal. Y los dos primeros deberían tener la grandeza de sacrificarse personalmente. Deberían escuchar los socialdemócratas del PSOE las voces prudentes y experimentadas de González y Zapatero sobre la pertinencia de una "Gran Coalición" que sería excepcional. Pero es que vivimos tiempos que son extraordinarios.

Un Frente Constitucional del PP, PSOE y Ciudadanos supondría sumar 253 diputados, es decir, una mayoría para cimentar un proyecto de España para los próximos cincuenta años, en la senda de una Europa que lidere al mundo libre y próspero. La apuesta contraria, un Frente Popular, sería una apuesta también por la "C" pero no de "Constitución" sino de "Caos". Significaría no una nueva fundamentación de España sino su destrucción. Frente al peligro de la balcanización y el tercermundismo, la apuesta debe ser por la modernidad y la europeización. Los españoles han votado por la coalición y por la Constitución.

* Profesor de Filosofía