A pesar de que la vida se encargue de desmentirlo de forma brutal e implacable una y otra vez, los humanos seguimos teniendo cierta tendencia a esperar un final feliz. No me refiero, claro está, al final de los finales. Ese será atroz, sin duda alguna, ya que todo parece indicar que conllevará la imposibilidad de volverse a bañar desnudos de madruga en el mar Mediterráneo así como de volver a beber vino o a sentir en una piel despierta los besos de las personas a las que hemos amado.

Hay algo de película de aventuras en la historia de unos críos de 12 años que deciden explorar una gruta con su entrenador de fútbol y quedan atrapados debido a una súbita inundación. La historia tiene lugar en Tailandia, el equipo de fútbol de los niños se llama Wild Boars Football Club (El Club de los Jabalíes Salvajes) y el entrenador es un joven inteligente y sensible de 25 años que, después de perder a sus padres y a su hermano en la niñez, pasó 10 años en un templo budista.

Si la película la hubiese dirigido Steven Spielberg, desde el principio habríamos sabido cómo acabaría, pero la vida no tiene tanto talento como Spielberg, así que, a medida que iban pasando los días, cada vez parecía menos probable que hubiese un desenlace feliz. Y, sin embargo, cada vez que entrábamos en el periódico esperábamos que los hubiesen hallado sanos y salvos.

Y entonces, nueve días más tarde, unos intrépidos rescatadores venidos de todos los rincones del mundo, hombres extraordinarios, héroes, hombres, los encuentran casi por azar. Y vemos las primeras imágenes de los críos, apiñados sobre un diminuto montículo de tierra rodeado de agua, como pequeños búhos de ojos relucientes y soñolientos encaramados a una rama, deslumbrados por la luz de las linternas de los buceadores y las cámaras, incrédulos y sonrientes. Y empiezan las discusiones sobre cómo sacarlos de esa cueva endiablada, laberíntica y medio inundada. Tal vez deban aprender a nadar o incluso a bucear.

Ignoro cuántas madres (y padres, y abuelos, y amigos de los padres y de los abuelos) se presentaron ese mismo día a las puertas de la cueva, con sus gafas de buceo, dispuestos a entrar en ese preciso instante para ir a salvar a sus niños. Tardaron tres días en rescatar a los 13. Todos están sanos y salvos. Permanecerán una semana en observación en el hospital, así que aunque la FIFA les haya invitado a la final del Mundial de fútbol de Rusia, tal vez no puedan asistir esta vez.

Yo necesitaba saber si Spielberg me había dicho la verdad, si los goonies finalmente conseguían salir de la cueva, si E.T. regresaba a casa con su madre.

Ahora sé que sí.

* Escritora