Basta subir al tren en Barcelona, viajar hasta Madrid y observar el paisaje...

El Comité de Científicos de la Unesco que lucha contra el cambio climático hace años va alertando que España, por su situación geográfica, será uno de los países que más rápidamente sufrirá los graves efectos del cambio climático. Poco caso hemos hecho a estas sabias advertencias que inexorable y rápidamente se van cumpliendo: los incendios van en aumento, las lluvias son cada vez más torrenciales y menos frecuentes, los termómetros suben y la desertización avanza.

Mientras tanto los pueblos de España, sus ciudades, sus calles, carreteras y caminos, ahogados por exceso de asfalto, ausencia de arbolado y de tierra, se han convertido en auténticos hornos donde el único lugar donde refugiarse es encerrados en nuestras casas o dentro del coche con los aparatos de aire acondicionado puestos a tope. El pez se muerde la cola, la contaminación aumenta.

Si en nuestros bosques arden los árboles, los responsables de velar por el bienestar de los ciudadanos tienen obligación urgente e ineludible, siguiendo criterios sostenibles, de compensar, inundando parques, aceras, carreteras, plazas, caminos y autopistas con densas plantaciones de arbolado, velando por su buen desarrollo. Con esta actitud, aparte de crear puestos de trabajo, colaboraran a frenar el cambio climático e invitaran a los sufridos ciudadanos a caminar bajo el frescor de sus copas y a dejar el automovil.