A madre no le hemos dicho nada, para que no se preocupe. Las mujeres ya se sabe, mejor llamo a la familia cuando desembarquemos en Almería. O ya desde Francia, y así se ahorra llantos. Es arriesgado, no digo que no, y me ha costado mucho convencer al hermano, le preocupaba que pudieran pillarme, la multa, puede que hasta la cárcel. Pero yo insistí. No es lo mismo, le dije, que el chaval ese al que descubrieron en la aduana. En el barco, y dentro del coche, no pasan el escáner por las maletas, solo están los perros, y somos mucha gente embarcando, y si no llevas hachís que pueda olerse es muy difícil que se den cuenta con casi mil pasajeros y más de 300 vehículos en el ferry. Yo se lo he dicho muchas veces a A., que es mi hermano mayor: hermano, me tengo que ir de Marruecos, así no puedo seguir más, tengo ya 27 años y aquí no hay futuro, llévame y allí me iré buscando la vida, y cuando pase un tiempo seré como tú, tendré mi trabajo y mi pasaporte, podré llevarme a mi mujer, o mandar dinero a la familia, como tú haces. Y él nada, que no, que no quería, no solo por los riesgos del viaje, sino porque no para de decirme que las cosas allí no son tan fáciles, que a los perros no los atan con longaniza. Pero yo le digo: entonces, ¿por qué no te vuelves? Hasta que he conseguido convencerlo y, mira, ha salido bien. Van a ser cinco horas aquí metido. Duro, sí, pero después tan contentos en el coche hasta Francia, que pasar los Pirineos no es problema, estos europeos entre ellos no se controlan. Total, le dije, lo más grave que me puede pasar es que me pillen.